Santiago Castro -Colón- en su mendicidad cultural y su adocenamiento rastrero intenta desconocer la realidad de la proclamación de la nación Dominicana La posición frente a la esclavitud no es requisito para definir los movimiento de los sectores criollos que buscan y afanan por la independencia y soberanía nacionales de los países oprimidos 10-01-2011
Lo que es un hecho innegable es que, la contundencia teórico e ideológico-política de las concepciones e interpretaciones formuladas por nosotros, y que constituyen el arsenal teórico práctico del Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO) es de tal magnitud, que hasta nuestros más empecinados como cretinos enemigos, no pueden dejar de debatirse en la disyuntiva, contrario a sus mismos deseos personales y a sus voluntades individuales, marcadas en forma indeleble por una greguería de parciales y unilaterales como antojadizos famélicos conocimientos, sueltos e inconexo entre sí, que apenas delatan su indigencia teórica, de intentar desvirtuar o desnaturalizar nuestras concepciones, lo cual los hace escenificar un triste papel de ridículos inveterados. Por ejemplo, esto queda patéticamente evidenciado, cuando un repugnante personaje, hijo de un vulgar chivato del SIM, de la dictadura de Trujillo, que asqueroseó y enlodó hasta mas allá de lo inmoral, para ahogarse en la amoralidad absoluta, la dignidad de profesor, que es Santiago Castro Ventura, cuyo padre Castro Colón, enlodó la condición de maestro, cargo que desempeñaba como informante del SIM dentro de las escuelas, al tratar de descartar el papel histórico de la fundación y proclamación de la República Dominicana, el 30 de noviembre-1ro. de diciembre 1821, llevada a cabo por José Núñez de Cáceres, trayendo alegados de carácter circunstancial que, como es el caso de la esclavitud, no tienen absolutamente nada que ver en detrimento ni a favor de la naturaleza de la proclamación y fundación, el 30 de noviembre-1ro. de diciembre del 1821, de la República Dominicana. Y en efecto, Santiago Castro –Colón- defeca de su aquelarre cerebral, en el que la infame condición de sabandija obstruye la posibilidad de comprender el lógico significado de los hechos reales, y dice: “en el manifiesto de José Núñez de Cáceres se proclama “la independencia”. Los documentos históricos aclaran que en realidad se trató de una estratagema de la oligarquía esclavista de Santo Domingo, que perseguía neutralizar el poderoso proyecto antiesclavista auspiciado por el Presidente haitiano Jean Pierre Boyer, que desde mediados de noviembre de 1821 ocupaba, sin previa resistencia armada, las zonas Sur y Norte”. La realidad de los procesos de formación y proclamación de la naciones, tanto en general como particularmente en América, tanto Latinoamérica y El Caribe como en el caso de America del Norte, México, Estados Unidos y Canadá, no tiene nada que ver con el carácter ni la naturaleza esencial de los regímenes económico sociales, de que sean justos o injustos, puesto que, si hay algo general, es que en todos esos países, no importa la subregión continental, se sustenta y son exponente, para los periodos de su independencia, de la explotación del hombre por el hombre y particularmente de su esclavitud, por lo que, si es éste el infeliz alegato de Santiago Castro -Colón-, da vergüenza, por su alta significación de indigencia, no ya sólo teórica, sino de índole cultural. Un exponente de la aberración que es el solipsismo, como expresión del idealismo subjetivo en grado extremo, de negación acérrima de toda realidad objetiva, como es el necio Diógenes Céspedes, llegó a expresar en meses pasados, que la única nación Estado, no fallido, de América, eran los Estados Unidos. Resulta que cuando, en 1775, dicho país proclamó su independencia, antes que todos los países de Latinoamérica y El Caribe como de Norteamérica, el régimen económico social imperante, era el de la esclavitud y el esclavismo. Solo del 1861 al 1865 se proclamó allí, de la boca para afuera, la abolición de la esclavitud, tras la guerra de secesión o guerra civil, esto es, 86 años después de proclamada la independencia de los Estados Unidos de su metrópolis Inglaterra. Pero aún todavía, un siglo después, los descendiente de esclavo en los Estados Unidos, esto es. para inicio de la década del 1960, no podía decirse que no vivían abajo la discriminación y afrenta de la esclavitud. Pero a decir verdad, el pase del régimen feudal al capitalista, es una variación de la forma en la esclavitud, por lo que Carlos Marx y Federico Engel denominaron al régimen que marca, a escala general y universal, el fin del medievalismo feudal, como esclavitud asalariada. Si aplicamos la lógica, tanto dialéctica como formal, al espasmo teórico de Santiago Castro –Colón-, del día 23 de diciembre del 2010, al caso norteamericano, sin dejar de mencionar que Núñez de Cáceres, como criollo español, era efectivamente esclavista, tendríamos que rechazar esa que el llamaría supuesta independencia, entre comillas, ya que Tomás Jefferson era dueño de las más grandes plantaciones de esclavos. Y es por ello que decimos, que Santiago Castro es un ignorante supino, aplastado por sus propios complejos así como por la sombras tenebrosas de haber sido alimentado y criado con la leche de la infame dictadura de Trujillo. En el caso mexicano, cuyo país, México, conmemora el 1810 como la fecha de su independencia patria, como quedó patente ahora con la celebración del bicentenario de la independencia de América Latina, ya que en dicho año fue que el Padre Hidalgo proclamó la independencia de dicho país, aunque no fue sino en el 1824 que dicha independencia se materializó. Lo cierto es que, en el 1810 ni en el 1824, se le puso fin a la esclavitud de los indígenas o miembros de las razas originarias, lo cual, sin mucho apuro, se puede demostrar que, en el 2011, siguen esclavizados. El mismo caso de Simón Bolívar que, aunque Chávez tenga todos los millones de los petrodólares, no variará su condición de esclavista y racista anti-negro; que hasta les dio las espaldas a los haitianos, que no sin abierto fin ulterior sobre la República Dominicana, en cierto momento le apoyaron, con armas y hombres haitianos. Por otra parte, México es un ejemplo claro y contundente similar a lo del 1821. Pero solo parecido, puesto que siempre toda comparación cojea, dice una máxima irrefutable. No obstante, ¿qué fundamento real? ¿qué documento histórico, que escrito de puño y letra del nombrado Juan Pablo Duarte podría presentar Santiago Castro –Colón-, o cualquiera de esas ratas abominables, que acredite a dicho personaje como un abanderado de la independencia de la República Dominicana? Sencillamente, ninguno. Y, abanderado de los fueros y libertades de Cataluña, quedaría como un acérrimo abanderado del yugo español, bajo la condición de colonia, igual al significado de la triste consigna del estado libre asociado del agente de la CIA, Luis Muñoz Marín, colega y socio, en estas bastardas actividades, del espía a sueldo de la CIA y agente pagado del Departamento de Estado yanqui, Juan Emilio Bosch y Gabiño. La verdad es que da pena, y obliga a sentir apuros ajenos, la patética ridiculez de Santiago Castro –Colón-, cuyo abigarramiento mental da cuenta de que es tan promiscuo, que debe aprender a discriminar, por su naturaleza y significado, las distintas categorías económicas, políticas y sociales, estableciendo sus relaciones, pero buscando las líneas demarcatorias y la interrelaciones entre ellas. Por ello es que siempre advertimos, no dejarse seducir por los cantos de sirenas en contra de la discriminación en general, puesto que las ciencias naturales, y todo principio perdurable de la civilización y la cultura, siempre tienen como una constante, el factor discriminación. Por demás, la libertad y la igualdad, en el seno de los haitianos, posee un muy endeble e inestable componente en el mulataje haitiano, también reconocido como los afrancesados, y no por casualidad.
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