Rosario Espinal como sumisa lacaya de la Iglesia Católica se retuerce en su cobardía y pusilanimidad para no decir la verdad sobre el Concordato y su papel de anulador de la autodeterminación y soberanía del Estado dominicano 01-08-2012
El problema de estos sujetos sociales, como Rosario Espinal, Eduardo Jorge Prats o el mendigo Cristóbal Rodríguez, y muchos otros de igual laya, es que, perteneciendo a una de las clases y estamentos de clases cuyo proceso interno de descomposición, vía el empobrecimiento, en tanto disminuye la relevancia de sus status y poder de adquisición, gastos y disponibilidad monetaria, como definitivamente de proletarización, aunque queden flotando en el limbo de la ubicación de clase por cuestiones de “mentalidad”, o bien de concepciones y costumbres o hábitos atávicos-sociales, siempre se han querido considerar por encima de las clases y de la realidad imponente de las relaciones, contraposiciones y luchas entre ellas, como dinámica y espíritu del mundo de la sociedad en general y en cada una de sus esferas de actividad en particular; como son los casos de las recuas, camadas o cosechas de esos moldeados como pedazos de barro informe, a la entera y exclusiva conveniencia de las clases dominantes y explotadoras y de sus mecanismos de ejercicio de su dominio de explotación y opresión, bajo las plataformas de sub-yugamiento del maridaje–colusión del imperialismo yanqui y europeo, de un lado, con el imperio esclavista-feudal y parasitario del oscurantismo y las supersticiones, que son la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo en general. Ahí no hay Juan tu tía, ni que el Mesías Chávez Frías o los bandidos y mercenarios oportunistas hermanos Castro (Fidel y el maricón Raúl) en su depravado revisionismo disparateen, alucinen, mientan y quieran estafar y engañar con el disparate inaceptable de la existencia, como hipotética elucubración de hechicería barata y perniciosa, del tal dios en general, ni mucho menos del tal Jesús el cristo en particular y especialmente. La religión, pero por sobre todo y singularmente el cristianismo y el tal invento Jesucristo, son, simple y llanamente, estupefacientes y alucinógenos, o bien opio enajenante y factor imaginario que devienen en realidad de esquizofrenia alucinante. Y aquellos otros insignificantes lacayos diplomados, una vez que se enajenan creyéndose entidades libres, por encima de las clases y de la realidad que dictan estas, de hecho, equivalen a adictos viciosos en los que su pusilanimidad y galopante cobardía los intoxica; y la intoxicación se agrava con el adocenamiento de mercenario, que se sobredimensionan alcanzando magnitudes olímpicas que los aplastan y dejan convertidos en prisioneros de las peores infamias, a las que agregan cuantas ignominias encuentran a su paso. Así, se curten en la indigna práctica denigrante de reptar en vez de asumir la verticalidad que implica la condición del bipedismo o sea, de moverse y desplazarse apoyándose en las dos patas, lo cual plasman al momento de tener que adoptar posturas definitorias y claras respecto a los problemas cruciales del orden económico, político, social y de clases o de estamentos de estas clases, como legales, constitucionales y de legitimidad. Mueve a un gesto patético y obsceno, la ignominiosa como repugnante por rastrera, adocenada y servil, la aborrecible cobardía miserable y repugnante exhibida por la nombrada Rosario Espinal, un espécimen USAID-CIA-Iglesia Católica-Vaticano, que se esmera obcecadamente en amoldarse y querer enseñar a los demás su destreza para arrastrarse ante la parasitaria y retrógrada Iglesia Católica-Vaticano y sus acuerdos desconocedores de la soberanía nacional y la autodeterminación, como ocurre con el Concordato, el Vicariato Castrense y el Programa Nacional de Educación Católica o Patronato Nacional San Rafael, establecidos de manera ilegítima, inconstitucional e ilegal, respectivamente en el 1954 y los dos últimos en el 1958, entre el dictador y tirano, lacayo y sirviente, tanto de la Iglesia Católica-Vaticano como del imperialismo norteamericano; con lo que Rosario Espinal envía su nefasto mensaje de dar impunidad y patente de corzo a tales adefesios antijurídicos y amorales, que conllevan, mientras perduren, a que sea totalmente imposible que en el país pueda hablarse tanto de Constitución como de democracia y Estado de Derecho; puesto que está escandalosamente demostrado y corroborado por toda concepción positiva del derecho secular y laico, que mientras un Estado mantenga en pie o le dé vigencia y validez a un acuerdo con la Iglesia Católica-Vaticano, otorgándole a ésta y sus falaces como oscurantistas y supersticiosos sacramentos, que hacen de sus dogmas inamovibles, como el de que la Iglesia Católica-Vaticano está por encima de todo Poder político, al que despectiva y por igual asquerosamente, con tono peyorativo, le llaman temporal, en tanto esos holgazanes y perezosos como inútiles güebones, se auto titulan, jactanciosa y con no menos contenido de hechicería y absurdos supersticiosos, como representante de un supuesto poder divino que encarnaría los intereses y escabrosa designación, de una imaginaria como inexistente entidad de un más allá irreal y sin ninguna posibilidad de demostrar ni remotamente que pueda existir; que en su perdulario empecinamiento obtuso de hechicería prehistórica y de la época antidiluviana y del pre-paleolítico inferior, se jactan auto designándose entidad sagrada y espiritual, reflejo a imagen y semejanza de su supuesto dios, de tantos nombres como un estafador emplea seudónimos y nombres falsos: dios, Jesucristo, mesías, el hijo del hombre, Yaveh, Jehová, Elí… y así se desgrana en cualquier denominación que, con fines de embaucamiento y engaño, se les ocurra a los curas inventarse en su mundano y vulgar interés material. En forma vergonzosa como vergonzante, la lacaya titulada Rosario Espinal suscribe conceptos generales en abstracto y empeñándose con todo esmero en desligarlos por completo de la realidad concreta y objetiva; por cuanto se trata de cosas, elementos, instituciones religiosas específicas y concretas. Pero, por evidente espíritu abyecto, el suyo de sumisión denigrante, calla los nombres concretos, los hechos reales y las situaciones objetivas como innegables. Como que: “las religiones tienen derecho de predicar a sus feligreses lo que deseen, pero en una sociedad democrática no pueden imponer sus dogmas a toda la población. Y es a toda la población que una Constitución representa y para quien se aprueban las leyes”. Lo cual es una clara omisión que denigra y deja al desnudo, en su condición de crápula social, al que la lleva a cabo. Tal y como lo hace la lacaya diplomada Rosario Espinal, de que la Iglesia Católica-Vaticano, que no es sólo una religión, sino un Estado extranjero, como es el caso concreto de El Vaticano, al que ridículamente llaman la santa sede, por cuanto le asignan el lugar donde reside Jesucristo, lo cual a su vez corrobora que éste es un invento y una estafa basada en la mentira con fines evidentes y palpables de engaño. Pero ese exuberante por perdulario, vil adocenamiento, que hace repulsivos y hasta asqueantes a los sujetos que lo protagonizan y lo exhiben como su execrable estilo, y de lo que no escapa Rosario Espinal, si no que ésta se erige en el arquetipo de su aplicación. Como lo vuelve a reafirmar en su grosera manipulación de la interpretación de la relación de la Constitución y el Poder político, llegando a incurrir en el solipsismo, por no decir la imbecilidad, el cretinismo y la crasa estupidez, de negar, que no sólo el contenido y significado de las formulaciones de los artículos y acápites de una Constitución, sino esas mismas formas de ser expresadas de por sí, obedecen y responden estrictamente al carácter y a la naturaleza más profunda de la clase y los estamentos que, como grupos dominantes, al hegemonizar el Poder del Estado, le imponen a esos artículos y demás, como a toda la Constitución, de la que forman parte, su sello de clase e intereses, y con ello a todo el Estado del que esa Constitución hace de base jurídica con que las clases y estamentos de clase dirigen el rumbo y el sentido con que marcan su más efectivo dominio sobre la población, que es el objeto de la opresión y la explotación. Con esos rejuegos y artificios, compuestos por sofismas jesuitas, Rosario Espinal busca anular las sinvergüenzadas de un portador descarado de los puntos de visita de la monarquía despótica y esclavista, disfrazada con oropeles liberales y de mendaces y venales mercenarios, como indistintamente son Eduardo Jorge Prats, quien ha respaldado con toda desfachatez la injerencia de la Iglesia Católica-Vaticano en el Estado; y a la vez no ha tenido escrúpulos ni pudor para erigirse en apologista a ultranza, o de un camaleón y ladino trepador, agente por igual de la Iglesia Católica-Vaticano, del tinglado de estos con fines de desarticulación de la Nación Dominicana, como de favorecimiento de la haitianización e invasión de haitianos sobre la República Dominicana, como son el grupo Bonó, el Juan Montalvo y las diversas ONGS financiadas por el imperialismo yanqui, la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos, USAID-CIA, el Canadá, la Unión Europea, con España y Francia, por un lado, junto a Alemania e Inglaterra por su parte, a través del ministro de la invasión masiva haitiana sobre el país, el procónsul Paraisón. Véase el auto retrato que de esto se hace la misma lacaya diplomada y mercenaria titulada Rosario Espinal, cuando expresa: “La interpretación liberal que hacen abogados como Eduardo Jorge Prats y Cristóbal Rodríguez de que el artículo 37 no prohíbe el aborto es correcta; pero el uso real que dan las fuerzas conservadoras dominicanas a ese artículo, es de prohibición absoluta del aborto.” Y no conforme con toda esa miasma y embarre confusionista y desviacionista como de defensa a ultranza de esos rufianes, Eduardo Jorge Prat y Cristóbal Rodríguez, se desparrama y se desliza de nalgas, con todo los riesgos que ello acarrea para una dama de elevado pudor y recogimiento, para una monja secreta o beata, como supone el común de la gente que es Rosario Espinal, ésta se consagra en su falta de entereza y del valor que dan la honestidad y la honradez de pensamiento como la decencia y la perseverancia, que provienen de la identificación con la verdad como una cuestión de convicción y por lo tanto de principios, de todo lo que, es evidente, ella es huérfana; pues sólo así se puede llegar a la penosa y deplorable cobardía de no atreverse a llamar las cosas por su real y verdadero nombre. Esto es, al pan pan, y al vino vino. Y en vez de proceder a tener el mínimo de entereza y respeto por la verdad, como sería decir claro y directamente que el Concordato, que es inconstitucional, ilegal e ilegítimo como aberrante, entre la Iglesia Católica-Vaticano y el Dictador Trujillo, y conlleva la imposibilidad absoluta de la existencia de democracia como de un Estado de Derecho, opta Rosario Espinal por el eufemismo y el rodeo de hablar en abstracto y lo más general posible, para ocultar y así servir de abogado de la infame como parasitaria Iglesia Católica-Vaticano, que por su propia naturaleza de opio de la humanidad y de cártel del narcotráfico de este devastador alucinógeno, aplasta al Estado Dominicano, tanto en su auto determinación como en su soberanía interna, anula toda iniciativa libre del Estado Nacional, anula su soberanía nacional y, de hecho, nos convierte en una colonia de viejo tipo y de nuevo tipo del padre espiritual del viejo coloniaje europeo, que implantó la esclavitud como método de exterminio masivo de los aborígenes en toda América Latina y el Caribe, como recreó y repotencializó la esclavitud con el tráfico y contrabando de negros capturados y robados como animales en el África, sin importarles sus vínculos familiares; y hoy día se atreven a hablar de la destrucción de la familia y del uso de la fuerza para imponer puntos de vista e intereses arbitrarios. Veamos como lo hace Rosario Espinal, que indudablemente, para sus infamias e ignominias, parece poseer un talento innato, lo que se palpa con toda crudeza cuando dice: “Como en República Dominicana, ni los gobiernos ni las cortes tienen independencia real de las jerarquías religiosas, el artículo 37 establece de hecho una violación a los derechos de las mujeres a la vida y a una vida digna”.
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