ANDRES L. MATEO SI ES PESIMISTA DE AHI SU ESTRIBILLO DE "ESTO SE JODIO" Y "NOS JODIERON Las luchas históricas del pueblo y en especial de la década del 60 con sus pequeños triunfos y grandes derrotas demuestran que nunca nos han jodido y que sólo nos queda un camino que es persistir en las bregas contra la opresión y la explotación del pueblo por parte del régimen oligarquía comandado por la Iglesia Católica y al servicio del imperialismo 12-09-2014
Un hecho histórico innegable es, que el imperialismo yanqui estuvo en maridaje, cuando era niño aún, con la gran ramera, con la Babilonia, que es la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y con el Vaticano; siempre en contra de la República Dominicana y la nación dominicana. Nadie puede atreverse a negar, que el imperialismo norteamericano, junto a su entrañable y ancestral socia, ramera y puta, están en espuria colusión desde el mismo momento en que empezó a ser el sanguinario, voraz y depredador imperialismo injerencista, agresor e interventor; todo lo que puso de manifiesto, desde sus inicios, sin aún haber hecho solitos, sin gatear ni haber balbuceado. América; entiéndase Latinoamérica, Centroamérica y El Caribe, Estados Unidos, México y Canadá, para los norteamericanos; se erigieron así, de inmediato, en sinónimo y dueños de la palabra americano y el concepto que ésta encierra. Desplegaron sus cañoneras, y se emplazaron, con ataques de intervención, anexiones y saqueos, como desplegando los peores y más bestiales métodos terroristas de Estado; porque, el fascismo es el hijo bastardo del maridaje criminal del imperialismo con la Iglesia Católica, el cristianismo y el Vaticano. Hoy, resulta unilateral creer y defender, que el fascismo es, única y exclusivamente, obra del imperialismo y de sus monopolios en el control del Estado, a título de capital oligárquico financiero. No, ya está comprobado, por juicios multilaterales y consecuentes que, en cuanto al fascismo, sus métodos despiadados, de vesania, de entronización de la sevicia, hija de la sociopatía y de la sicopatía, por gusto y por malos hábitos, de la Iglesia Católica y el cristianismo; tras más de dos mil años de empecinamiento, tanto por detener las indetenibles ruedas de la historia y contraponerse, a sangre, fuego y genocidios, a la dialéctica y sus leyes del movimiento y el cambio perennes; de lo que las prácticas de las torturas, asesinatos y exterminios de los contrarios, desplegado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con su pre-Inquisición eterna, con las torturas, la ordalía, la doncella de hierro, etc.; y sobre todo, la quema en hogueras, con palos verdes y húmedos para prolongar el martirio de sus víctimas; quemas realizadas por estas bestias demenciales apelando a su auto-designación como sagrados, divinos y santos, representantes del supuesto creador que dan en llamar dios, sin que nunca ¡oh, ironía!, haya dado nada, ni a nadie, porque sí es una invención, la más tremenda invención de la imaginación febril del hombre, no es nada, ni posee ni es dueño de nada; y, por lo tanto, nada puede dar. Uno de sus padres y doctores, de la Iglesia Católica-Vaticano, que eran todos un atajo de ignorantes y analfabetos, como estafadores, timadores, desalmados e inescrupulosos, el llamado Agustín de Hipona, tras haber celebrado el incendio de la Biblioteca de Alejandría, y sido copartícipe del asesinato terrorista, sádico y masoquista, de la última gran matemática pagana, Hipatia o Apasia; torturada, atado su cuerpo moribundo a un carro tirado por caballos casi salvajes, para ser destrozado, y sus restos o despojos sometidos a la hoguera, acuñó el juicio, de justificación de sus bestialidades, del que hasta Hitler y Mussolini, los Franco, los Trujillo y los Pinochet, terminaron por envidiarle; de que “es mejor hacerles sufrir unos cuantos chamuscones, esto es, darles unos cuantos pases con tizones de candela, y los herejes impíos y paganos, terminen por arrepentirse, que no hacerlo; pues, haciéndoselo, casi siempre admiten sus culpas y pecados, se arrepienten, y se salvan de no pasar la vida eterna, al convertirse en almas y abandonar el cuerpo material, sometidos al fuego y a la quema eterna del infierno”. Ese Agustín de Hipona es el mismo santificado como San Agustín; en prueba de que todos los criminales y asesinos siempre gustan de creerse divinos, sagrados y santos. Y resulta, que esta misma Iglesia Católica-Vaticano es la columna vertebral y el Estado Mayor de las formas y métodos de explotación pre-capitalistas, medievales y propios del mismo esclavismo; que dicha Iglesia Católica y el cristianismo nacieron para reivindicar, usufructuarlo, cimbreándose y enriqueciéndose en él, en el esclavismo. Ambos, el imperialismo yanqui, como el número uno y la gran superpotencia capitalista, desde la post-Segunda Guerra Mundial, esto es, desde el 1945, y la Iglesia Católica-Vaticano, heredera y depositaria, como usurpadora, del imperio esclavista romano, que concluyó en el 478 de la Era actual, por la embestida conjunta de los bárbaros y de los esclavos, como de los colonos, a los que ya el Imperio Romano ni la Iglesia Católica, Apostólica y Romana podían ofrecerles ni darles nada. No obstante, a la Iglesia Católica-Vaticano le correspondió liderar y regir el segundo régimen de la propiedad privada, y de la explotación y la opresión del hombre por el hombre, que fue el régimen feudal; una renovada forma de esclavitud, bajo la forma del servilismo y los siervos de la gleba; por lo que, habidas cuentas, cuando, para el año 1891, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana sale de su encierro forzado, lo hace para concurrir a aportar a la forma más criminal y sanguinaria, como explotadora y opresora, del capitalismo, que es su fase del imperialismo. La encíclica Rerum Novarum, de León XIII, marca el inicio de la doctrina social de la Iglesia Católica y del cristianismo; y su histórico papel es insertarse, para, armando, hombros con hombros y criminalidad con criminalidad, formar la más terrible maquinaria de muerte, opresión y subyugación; en una palabra, del esclavismo. Es el ejército internacional, con las más modernas armas de exterminio, junto al otro ejército, portador del más formidable instrumento de envilecimiento y encanallecimiento de los explotados y oprimidos, se trata del ejército del opio de la humanidad occidental, del opio que es el cristianismo para los pueblos. Por ello, cuando al abrirse la década del ’60 del siglo XX, esa generación conoció y saboreó el fuego sagrado de la lucha por la libertad; los ancestrales enemigos del pueblo y de la nación dominicana, que son el imperialismo, la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo, como los grupos oligárquicos, representativos de todas las formas y variedades del régimen oligarquía; entendieron que debían emplearse a fondo, y llevar a cabo una cruzada de engaños y mentiras, para lograr perpetuar su sistema de oprobio de explotación y opresión capitalista y precapitalista, como de subyugamiento colonial económico y esclavitud espiritual, esta última a cargo, principalmente, de la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo. Porque es una verdad de alcances universales: la Iglesia Católica y el cristianismo son los depositarios de todo el acervo general de la opresión y la explotación desde el esclavismo hasta el feudalismo; en tanto el imperialismo yanqui es el depositario de todo el reaccionarismo y la vil experiencia ancestral del crimen, de los abusos, de los exterminios, de los genocidios, de la explotación y la opresión capitalistas e imperialistas. De ahí que, lo más lógico es, que debían salirse con la suya en la primera gran jornada histórica que nos tocó, a los hombres, aún adolescentes, de la década del ’60 del pasado siglo XX asumir y sostener. Y siempre teniendo que enfrentarnos a los mismos superpoderosos enemigos, con su maquinaria de muerte y depredación, como con su infame ejército de los envilecedores y adormecedores de la conciencia y el alma del pueblo y de la nación. La prolongada batalla que, para nosotros apenas empieza cada día que amanece, con la aparición del sol, no se ha terminado; ni nos lamentamos lanzando gritos desmoralizadores; como esos de que “Nos jodimos”, que a Andrés L. Mateo tanto le gusta repetir. Y al decirlo, siente vergüenza; porque, aún después de repetir y repetir “nos jodieron”, más adelante dice, como una excusa: Yo no soy pesimista. De Andrés L. Mateo, creemos que es, efectivamente, pesimista, y hasta decadentista. Es depresivo, porque nadie como nosotros, que nunca nos hemos tratado con Andrés L. Mateo después de adulto, lo conoce tan bien ni tan perfectamente. Y lo hemos puesto a prueba, dándole y dándole, criticándolo, vapuleándolo, a veces; y aquí lo confesamos, los demoledores golpes que le damos nos duelen como si tuviésemos conciencia de que estamos abusando; y aborrecemos los abusos. No es que le tengamos lástima a Andrés L. Mateo, ni conmiseración ni piedad, que es una de las basuras del cristianismo, como ideología y religión de culpables. Es que, hemos de reconocer que, este personaje, de una extraña sensibilidad, hasta cierto punto es capaz de percibir que está equivocado; y, aunque no tiene capacidad de autocrítica directa, asume el camino del eufemismo y rehúye, a partir de ahí, reincidir en sus erratas. Por ejemplo, había querido trillar el camino de los ingratos apátridas y caínes del pueblo y nación dominicanos. No obstante, ya no habla con tan destemplado desprecio, como el de que “no somos una nación”. Ya por lo menos, y hasta con no poca timidez, acepta que, efectivamente, somos una nación. Nos parece que Andrés L. Mateo, que no esconde su admiración por Pepito Ginebra o José Martí, ha reinterpretado y aplicado a nuestro país los versos de ese poeta, de que, nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino. Pero Andrés L. Mateo es pesimista; y, como tal, siempre enfatiza los males y daños que afectan al pueblo; y lo hace sin espíritu de llamar a la lucha, sino con esos estribillos nocivos de: esto se jodió, nos jodieron. A Andrés L. Mateo le hace falta el espíritu del poeta nacional de China Popular, citado por Mao Tse Tung en sus Charlas sobre Arte y Literatura en el Foro de Yenán; cuyos versos ponen de relieve, que la indignación ante los déspotas y traidores, desalmados e inescrupulosos, judas del pueblo y el país, como de ese movimiento casi sin rostro, pero con figura y tan real como concreto, de la década del ’60, cuyo empeño es hacer que nos sintamos escarnecidos y nos arrepintamos de esa historia de lucha y sacrificios, de pequeños éxitos y grandes fracasos, de insignificantes victorias y aplastantes derrotas, cuando dice: Ante los déspotas y desalmados, traficantes con la lucha de los revolucionarios y el pueblo, frunzo el ceño, endurezco la mirada y aprieto el puño. Y nosotros decimos: Donde hay lucha, hay sacrificios. Para los que han adoptado la decisión de desmontar al emperador y sus déspotas, no hay derrota, ni nadie puede joderlos. Las derrotas y daños que le infieran al movimiento, sólo lograrán hacerlo más diestro y sabio. Ante los déspotas, mis ánimos y voluntad de lucha, cada vez que los vemos, se multiplican y se reproducen; pero ante mi pueblo y mi país, soy un manso buey que se arrodilla y quiere servirles. Nosotros conocemos a Andrés L. Mateo desde que era “El Carabelita”, junto a Luis “Tres Bembe", al “Curro” y a tantas figuras barriales. En nada nos extrañan esos amargos sentimientos pesimistas que exhibe. Como en esos momentos de apocamiento, en que quiso ser pro-haitiano; pero ha dejado de ser patricida. O cuando pretende revisar la interpretación de la historia de la corrupción, y comete la osadía de afirmar que ésta empezó con la desaparición del dictador Trujillo; excluyendo así la naturaleza corrupta y asesina del dictador, títere del imperialismo y de la Iglesia Católica-Vaticano, como por igual, de ésta. Como, si su olímpico parasitismo (el de la Iglesia Católica-Vaticano), que culminó, para enraizarse y perpetuarse, en el Concordato, el Patronato Nacional de Educación Católica, o Acuerdo del Patronato San Rafael, y el Vicariato Castrense, no fuera el más olímpico ejemplo de corrupción; al igual que su prohijamiento de la dictadura, secundándola y compartiendo, leoninamente a favor suyo, de la Iglesia Católica-Vaticano, los beneficios de la expoliación y subyugación criminal del pueblo y del país. Como lingüista, o semántico lógico, crea expresiones sonoras, y hasta de no poca elegancia; no obstante, como ocurre con su hija, la ideología patrimonialista del Estado, las hace unilaterales e inconsistentes; puesto que les impone un sello de inconsecuencias, que da la sensación de cobardía y hasta de pusilanimidad; una vez que, como ocurre con esa hija suya, la teoría de la ideología patrimonialista del Estado, de ella excluye, subjetiva y parcializadamente, como con toda unilateralidad, el papel estelar, en la configuración, estructuración y curso del funesto fenómeno, a la oscurantista, nociva, vividora, supersticiosa y ultra-parasitaria Iglesia Católica-Vaticano y al cristianismo; lo cual convierte esa, su hija, de la teoría de la ideología patrimonialista del Estado, en un spot publicitario, en un logo, un cliché, y un estereotipo sin alma, sin savia ni sustancia. Sus críticas a la corrupción, al igual que a la impunidad, sometidas al escarpelo de la disección forense, arrojan, por igual, un saldo manifiesto de inconsecuencias en Andrés L. Mateo. Ahí está el caso, de que insiste en el supuesto y etéreo ejemplo ético y moral que, junto con gente, verdaderos dechados de amoralidad, de esos que se cambian por mierda, como Pablo McKinney, Aristófanes Urbáez, Federico Henríquez Gratereaux, o Luis Schecker Ortiz, agente de la USAID-CIA, Participación Ciudadana y de la Embajada del imperialismo yanqui, se termina con el saldo desfavorable, debido a la pérdida del envase. Porque, Andrés L. Mateo debe enfrentarse al enigma que encierra la sencilla y reveladora interrogante, ¿y qué moral, o qué principios éticos, puede tener o estar adherido un espía pagado por la CIA, y a la vez agente político mercenario, por ser asalariado del Departamento de Estado yanqui; como es el caso comprobado de Juan Emilio Bosch Gaviño, del que Andrés L. Mateo insiste y persiste que es, a su entender, un ejemplo moral y ético? En este momento, nos da por creer que, a Andrés L. Mateo, sus vinculaciones con los renegados revisionistas del partido “capitulacionista “ y “colaboracionista” dominicano (p“c”d), y sus relaciones con los existencialistas y personajes surrealistas de las perras novelas de Jean Paul Sastre y Albert Camus, en gran medida lo castraron y le hicieron especie de una vasectomía espiritual. Y ello nos apena.
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