PARA TAHIRA VARGAS TODO LO ABERRADO Y DEGENERADO ES REVOLUCIONARIO Y PROGRESIVO

Aboga para que lo dominicano sublimice la barbarie y el primitivismo incivilizado de la haitianidad y sus raíces africanas, dice que ya está bueno de hablar de dominicanidad, soberanía ni independencia, así como enarbola lo revolucionario de promover el sexo de hombres con otros machos y de mujeres con otras hembras

04-03-2014

 

Si las palabras, como signos, símbolos y sonidos, vienen a reflejar una realidad objetiva, de la que, a su vez, son conceptos, es indudable que el significado de las mismas termina por variar mucho, tanto como del sol a la tierra, según la posición social, económica, actividad cultural como social y política, lo mismo que la corriente filosófica y hasta religiosa con que se identifique y adhiera la persona.

No obstante, como bien dejara sentado José Stalin, el lenguaje o idioma no tiene carácter de clase de por sí; lo mismo que los medios e instrumentos de producción o trabajo, y todo depende de la relación social de propiedad o no que se tenga con los mismos.

Puede incluso cambiar el sistema económico-social, y un pico sigue siendo un pico, como un tractor seguirá siendo un tractor, y sirve por igual a un sistema de producción como al otro, hasta siendo el contrario.

Dime la actividad a que te dedicas y te diré lo que eres, y hasta cómo, en líneas generales, eres. El hombre, el ser humano, es lo que lo hace y como tal piensa.

Por eso, aunque el idioma o lenguaje, medio de comunicación, no tiene de por sí carácter de clase económico-social, ello no significa que la forma del uso del lenguaje y el conjunto o matiz con que se empleen estas o las otras palabras, no llegan a tener un carácter de clase, ni reflejan el interés o el significado de la actividad que el sujeto lleva a cabo y sus actividades que le caracterizan.

Tratándose, por ejemplo, de las homosexuales o de los lesbianos, como de los apátridas pro-haitianos, y partidarios de la fusión de la República Dominicana con los haitianos, resulta llamativo que éstos y éstas pretendan hacer, como un traje a la medida para vestir y calzar sus intereses, hasta diccionarios, que les ofrecen definiciones que unilateralmente usen para el favorecimiento de sus aberraciones, y pasarlas así de contrabando como buenas y válidas.

Tal ocurre con la llamada Tahira Vargas, perteneciente a esos submundos de las homosexuales y los lesbianos, como de los fusionistas y enemigos a muerte del derecho a la autodeterminación, a la soberanía y hasta a la existencia misma de la nación dominicana, como República libre, soberana e independiente.

Tahira Vargas, sociógrafa, politógrafa, antropológrafa y, sin creer que por ello se ofenda, perteneciente a las homosexuales y los lesbianos; que, dejándonos seducir por sus artilugios, hemos querido, para no ser conservadores, ponerles el artículo del género contrario a uno y otro, por lo que hablamos de las homosexuales y de los lesbianos, con lo que, según el patrón antojadizo de la o lo taíno, romperíamos con el conservadurismo que le atribuye al pensamiento predominante entre los dominicanos. Lo que, según su avanzadísima ideología ultra-revolucionaria, no conservadora, queda puesto de manifiesto cuando, indistintamente, el pensamiento y el ser dominicano se caracteriza por resistirse a no hacer suyas las necedades aberrantes de las manías de verlo todo sujeto y a través del fenómeno del género, según la aberración esa de la femeninogía, generada por la depravación del feminismo, que, por arte puro de magia, dejó de ser una práctica y una ideología del imperialismo y del decadentismo como del anarquismo de Bakunin y G. Smitch, a la vez que consustancial con esa ideología putrefacta, deprimente y fétida del existencialismo, para, junto con todas estas aberraciones repugnantes y abominables, haber resurgido como la expresión del más acabado y consecuente revolucionarismo; como los anarquistas bakuninistas decretaban el marxismo como un decadentismo y un reaccionarismo, por cuanto reconocía la necesidad del Estado y la existencia objetiva del Estado, cuando, según Bakunin, lo procedente y revolucionario es ¡Abajo el Estado! ¿Estado para qué?

En su genialidad creativa, y su talento exuberante de ingeniosidad, para Tahira Vargas, como espécimen de la homosexual y lo lesbiano, así como de su activismo financiado por la USAID-CIA, los monopolios imperialistas norteamericanos y europeos, como de sus ONGs, conservador es lo que se resiste a los cambios, y éstos, los cambios, son que lo normal es, a su entender, la pedofilia, la homosexual y lo lesbiano; como que ya eso de nación, patria, nacionalidad, clases, explotación, opresión, lucha de clases, principios éticos y prácticas morales, está mandado a guardar y son, ni más ni menos, piezas de museos; y esto en el mejor y exclusivo de los casos.

Y, para corroborarlo, no recurre a la experimentación científica, proveniente de la práctica y confirmada en ésta, como único certero criterio de la verdad, sino que se basa en la especulación escolástica, metafísica y el ejercicio aberrante de lo alienante y enajenante, de lo absurdo y decadentista que, en su submundo de sus enajenaciones y alienaciones degeneradas de sus vicios y aberraciones, son sacadas del ejercicio práctico de éstas como las arañas sacan su hilo de sus ombligos, su placer de su propia masturbación, o sus ideúchas, como Júpiter sacó a Minerva de su imaginación o su cabeza. Y ahí mismo cocinaba todo aquello en su propia salsa.

Apelando a la sofística, tan propia e inseparable de la escolástica tomista, la homosexual y lo lesbiano, de que es sujeto o sujeta la Tahira Vargas, le otorga la condición de oráculo infalible, por encima del bien y el mal, a un mamotreto de diccionario para tales adefesios; y procede así a proclamar, fuera de todo contexto material concreto, al margen de todo cuadrante histórico, económico, filosófico, social, científico, y refugiándose en expresiones vacuentes y difusas hasta lo inaprensible, lo que, a su exclusivo y estrecho, por no decir maltrecho, interés, lo llama conservadurismo; y afirma, con toda solemnidad y sin espacio para el cogito ergo sum de la duda cartesiana que, según el Diccionario de Sociología de Alianza Editorial -que encierra un abominable sabor a manual de sofística y de sofistería de los jesuitas y los energúmenos resultantes del cruce infecundo de neoliberales con clericales-, viene a significar: “Actitud prudencial frente a las cosas, un deseo de preservación de lo existente, y una actitud escéptica frente al cambio y la innovación no graduales”; que, como se puede apreciar, no es más que un solipsismo, una vez que, según esos sofismas, todo comienza de lo subjetivo e individual y termina a su vez en lo mismo, subjetivo e individual, sin que medie ninguna realidad objetiva, ni nada material objetivo que exista y se desarrolle fuera de la conciencia subjetiva de los sujetos.

Empieza con actitud, y termina en lo mismo, en la actitud.

Según esos peregrinos sofismas, la ley de la gravedad, y su aceptación como invariabilidad en condiciones normales, su aceptación y reconocimiento, inevitablemente a tomar en cuenta, es una actitud prudencial frente a las cosas, es un deseo de preservación de lo existente y una actitud escéptica o negadora del cambio y la innovación radicales, fulminantes, etc., que es lo no gradual.

Así, atenerse a la objetividad del mundo circundante es conservadurismo; lo mismo que atenerse a la firme creencia de que un huevo fértil, sometido a las condiciones externas adecuadas, ha de producir un pollito; en tanto una piedra, con la forma y características externas de un huevo, en ninguna condición generará un pollito.

Lo mismo que, atenerse a lo científicamente corroborado y reiterado es conservadurismo. Tal es el caso de que la preñez de una mujer, y su parición de un ser humano, tras el proceso adecuado, como ser portador de tal convencimiento, es un conservadurismo; como por igual creer y esperar ver una hombre preñado, o que un lesbiano preñe a una mujer, es un pensamiento innovador, revolucionario, no conservador, y así sucesivamente.

Si le seguimos las huellas a un lesbiano, tipo Tahira Vargas, seremos innovadores y nada conservadores, sino infinitamente revolucionarios y progresistas; y si abogamos por el desarrollo y profundización en ser más civilizados y apegados a la ciencia y a la cultura, como norte y meta para los dominicanos, es un conservadurismo; no así, en cambio, si abogamos por apegarnos, como atavismo, a los lejanos vínculos de 5 siglos atrás con el Africa y sus prácticas de la barbarie y la incivilización, esparcidas a la vez por El Caribe, estaremos dejando atrás el conservadurismo; al igual que si sublimizamos, enaltecemos y le atribuimos méritos éticos y morales a que los hombres sexualicen con los otros machos, y que las mujeres hagan otro tanto con las otras hembras; y todo esto omitiendo que ello atenta directamente contra la preservación y continuidad de la especie humana, estaremos no siendo conservadores y no practicando el conservadurismo.

Así, establece Tahira Vargas, que la renuncia del camino del retorno y perpetuación de los elementos culturales primarios, primitivos, de los lejanos ancestros africanos por parte del dominicano, es otra prueba del conservadurismo ideológico-cultural en lo dominicano; y que, en consecuencia, para no ser conservadores debemos reproducir las prácticas, costumbres, hábitos y formas tribales de ser de los haitianos, que sí han sabido ser consecuentes con sus ancestros africanoides.

Del mismo modo, debemos enaltecer las prácticas animales y prehumanas de nuestros ancestros, tal cual lo establece la teoría de la evolución de Darwin y de Engels.

Así, abrir las puertas para la entronización de la homosexual, lo lesbiano, la pedofilia y los hábitos, primitivos salvajes, de la haitianidad, nos convertiría en elementos progresistas, esto es, progresivos.

Y toda esta defensa de la dominicanidad y de la nación dominicana, con su independencia, su soberanía y su autodeterminación, son las consecuencias del distorsionado manejo de la historia dominicana, según Tahira Vargas. Mariconearnos, que impere la pedofilia y la homosexualidad como el lesbianismo, para poner fin al conservadurismo, reproducido y mantenido por un manejo distorsionado de nuestra historia.

 

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