LAS CRÓNICAS CONTINUAS DE LOS CRÍMENES Y ASESINATOS ALEVOSOS COMO CONSECUENCIA DE LOS IMPULSOS SANGUINARIOS PRIMITIVOS SALVAJES DE LOS HAITIANOS EN CONTRA DE LOS DESAPRENSIVOS Y MÁS PENDEJOS DE LA CUENTA DOMINICANOS La exaltación de la primitividad de lo africano con el reclamo obcecado de sus derechos humanos como el rechazo de todo cuanto entienden sea producto del racismo y su discriminación en realidad se trata del más insolente de los racismos de los tiempos actuales 16-06-3014
La Línea Fronteriza y la zona más cercana a ésta, puede afirmarse que tiene, como su historia contemporánea de los días actuales, las crónicas continuas de los crímenes y asesinatos, alevosos, llevados a cabo, en forma taimada, y perversamente concebidos, como consecuencia del desbordamiento de los instintos e impulsos sanguinarios, primitivos salvajes, de los haitianos, en contra de los desaprensivos, y más pendejos de la cuenta, dominicanos; que parecen estar profundamente subyugados por el complejo de las ovejas que; cunado ven el filo de la inexorable arma asesina, extienden el pescuezo e inclinan el cuerpo, para facilitarle a esas bestias de dos patas que, en su empecinamiento en mantenerse atadas al atavismo de la primitividad y su ley de la selva, esgrimen, con arrogancia y prepotencia, el torpe argumento de la obediencia ciega al llamado ancestral de la sangre; y así, sublimizan y enaltecen, en un culto atávico, que marca un pacto indeleble con el atraso, alrededor del enaltecimiento de la condición de afro-descendiente; lo que es colocado por encima y a costa de los precedentes histórico-culturales concretos, de más de 500 años, que se produjeron ese desprendimiento y corte del cordón umbilical con la primitividad africana; así como haciendo caso omiso del impacto del sincretismo, de la interrelación histórico-cultural y antropológica como social, económicamente, y las relaciones lingüísticas que marcan las vinculaciones, tal vez más difíciles de ser rotas, entre las comunidades humanas, tal y como se puede palpar. Resulta en extremo singular, que toda la parafernalia del instrumental ideológico, empleado por quienes han asumido el cuestionable papel de enaltecedores de la primitividad y del salvajismo, como del culto del espíritu refractario o de rechazo a la civilización y a su integración, por parte de tales grupos étnicos de raíces ancestrales africanas, sean acompañadas de sonsonetes, formas, estereotipos y logos, en los que se combinan, a la vez, la exaltación de la primitividad de lo africano con el reclamo obcecado de sus derechos humanos; como el rechazo de todo cuanto entienden sea producto del racismo y su discriminación; haciendo caso omiso, tan irónica como cínicamente, de que, en realidad, se trata del más insolente de los racismos de los tiempos actuales. Se apela al ancestro negro africano para dar patente de corso a las formas y comportamientos más estrafalarios; como por igual a las transgresiones de las normas más elementales de la urbanidad, y a todo cuanto sea buenas costumbres, o a la discreción en el comportamiento humano. Se nos ocurre recordar, si tener que presionar la memoria, por lo menos, cinco situaciones comprobadas, que deberían hacer meditar y pensar a los dominicanos, respecto a los peligros crecientes que trae consigo el equivocado, y los nocivos intentos, de que el dominicano se vuelva tolerante con los especimenes de las hordas haitianas; que, indudablemente, son alentados y estimulados para suplantar a los dominicanos en nuestro mismo suelo patrio; y a cuyo movimiento, los mismos ideólogos del desquite y el resentimiento haitiano, como Edwin Paraison y sus epígonos, que forman parte de grupos, del cultivo del espíritu revanchista y de desquite contra los dominicanos, como “Memoria del ‘37”; o de reivindicación de los vándalos de Dessalines, Toussaint Louverture, Petion, Boyer, Solouque, Cristóbal, etc.; que confluyen, agrupándose alrededor de su consigna estratégica de TNT, o sea, “Tomando Nuestro Territorio”. Sería para el año de 1990 cuando, visitando Barahona, fuimos enterados de que el padre de uno de nuestros miembros recientemente había fallecido. Por lo que se nos ocurrió preguntar las causas del deceso; ya que no recordábamos tener conocimiento de padecimientos, de quebranto de salud, del fallecido. Y fue así que nos enteramos que el deceso del señor, que apenas rondaba los 60 años, se produjo a causa de la AMH. Y pedimos que nos descifraran el holograma. Y nos dijeron: “¡Oh!, muy sencillo, eso significa Acción de Manos Haitianas”, pasándonos as dar la explicación correspondiente. El señor Matos, que así se apellidaba, era un trabajador incansable de un fundo, con lo que abastecía de víveres y otros frutos la alimentación de su familia. Sus hijos estudiaban a nivel universitario y de bachillerato; por lo que hacía 15 años que había adoptado a un haitianito, con el convivía en el campo. Ya el muchacho tenía unos 20 años cuando, una tarde, el señor Matos, al llegar al fundo, encontró que su pupilo haitiano tenía una lata de agua al fuego; y al no verlo en el entorno, pasó a la vivienda y se recostó en una mecedora, de la que se despertó cuando su hijo de crianza haitiano le vertía la lata de agua hirviendo por la cabeza, para que no le llamara la atención cuando descuidaba la siembra. Guillo Andujar, que hace alrededor de 8 ó 10 años, siendo agricultor en Azua, en la comunidad de Los Lirios; y habiendo trabajado durante 40 años en Salud Pública, compartía ese empleo con el cultivo de plátanos y guineos; por lo que, 4 meses antes del corte, decidió contratar a dos jóvenes haitianos, que desde hacía tiempo le solicitaban ocupación. Guillo Andujar hizo cortes de plátanos y guineos por más de 30 mil pesos, y estaba lleno de alegría y de entusiasmo. Pero, como dice el refrán, la felicidad en casa del pobre, dura tanto como una cucaracha en un gallinero. Y, en efecto, cuando el día siguiente, del corte y venta de los plátanos, sus hijos se llegaron a la vivienda campestre, quisieron que la madre tierra se los tragara. Los haitianos habían degollado a Guillo Andujar para robarle, inmisericordemente, el fruto de su abnegado trabajo de cultivo de la tierra. Estos hechos aleccionadores y espeluznantes, ustedes se los encuentran en todos los lugares del sur-frontera y sus proximidades. Y los recordamos, a la vez que apelamos al cultivo de la memoria y los recuerdos, que están llamados a aleccionar nuestro comportamiento a título de experiencia. Y no es para menos. Cuando hace apenas 3 ó 4 meses que el Alcalde de la Sección Yabonico, Municipio de Las Matas de Farfán, su nombre era Alcibíades Rodríguez, cuya edad era de 65 años; cometió el error de haber acogido a un mozalbete haitiano, desde hacía 2 años, cuando éste rondaba los 14 ó 15 años de edad. Al notar que los frutos del conuco desaparecían sin explicación ni razón, optó por reclamarle al muchacho haitiano que prestara atención al cuidado de la siembra. Y ésta fue la razón para que el joven haitiano atacara a machetazos al Alcalde Alcibíades Rodríguez, quien apenas tuvo tiempo de sacar su revólver; y, ya herido de muerte, disparar, partiéndole una pierna al haitiano homicida, que, alevosa y bestialmente, le pagó los favores recibidos, asesinándolo. El haitiano fue encontrado y llevado al Hospital de La Maguana, donde se recuperó y fue enviado preso a la Fortaleza. Pero fueron médicos dominicanos los que le salvaron su indigna existencia. Otro caso, que aún estremece el poblado de La Maguana, es aquel donde la viuda de un doctor, de nombre Yanet Guerrero, fue vilmente asesinada, tras efectuar ventas de cosechas, por dos jovenzuelos haitianos, a los que protegía y cuidaba, a pesar de las advertencias de la comunidad. Esos dos jovenzuelos haitianos se pusieron de acuerdo con dos primos, y acecharon a doña Yanet Guerrero, y le cortaron la cabeza; al tiempo que le robaron y se repartieron el monto de lo vendido de la cosecha. Otro es el caso de la comunidad de Canoa, en Barahona, donde dos haitianos hermanos, asesinaron, para robarle y por encargo, a un dominicano, de nombre Salvador Séneca. Este hecho lleno de rencor a la comunidad dominicana, que atacó al cuartel policial, donde estaban detenidos los hermanos de apellido Pie, y dieron muerte al tenido por el principal homicida, y dejaron en estado de gravedad al otro haitiano. Se trata de hechos y sucesos, que cada vez ocurren con mayor frecuencia, y no son pocos los que presagian que los dominicanos deben dejarse de actuar como los más pendejos y serviles de la cuenta.
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