LAS MASAS POPULARES SON LAS PROTAGONISTAS ESTELARES DE LA HISTORIA NO LOS HEROES INDIVIDUALES NI LAS PERSONALIDADES NOTABLES La lucha ideológica históricamente ha sido entre la concepción de las clases explotadoras y opresoras de que la historia la hacen las personalidades en contraposición al materialismo histórico de que el pueblo es el real protagonista de la historia Las crónicas vacuas de la ninfa del periodismo Angela Peña exaltando a crápulas del lumpen sólo logran demostrar el estrepitoso fracaso y bancarrota de los sustentadores del terrorismo y el heroísmo individual en el seno del movimiento de izquierda 20-08-2014
Para quienes saben, y tienen una clara conciencia, de las cuestiones concernientes a los problemas de la historia universal, como su capítulo de la historia social y concreta, hay un problema que es trascendental; que radica en quién, en qué fuerza, o parte social, hacer recaer el centro de gravedad, como fuerza motora de la historia y el devenir histórico-social: O, a las masas populares o pueblo, de un lado, versus a las grandes personalidades. Por masas populares, o pueblo, entendemos todas las clases y estamentos del conjunto de los que no son de las clases explotadoras y dominantes; mientras que grandes personalidades comprende a los hombres de ciencia, intelectuales, filósofos; de esos que, en nuestro medio, para obviar tener que dar explicación, a quienes los tomen por tales, han acuñado un terminacho, despreciable y repugnante, que es el de personajes notables. En el campo de los que entendemos y nos adherimos al principio y regla, de que las masas populares son las protagonistas y hacedoras estelares, como creadoras de la historia, tenemos a Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tse Tung como nuestros maestros y guías principales. No obstante, cabe subrayar, que se trata de una reivindicación, de la categoría histórica concreta de masas populares o pueblo, como concepto estrictamente científico; lo que es, además, y por otra parte, el punto de partida para la más radical e intransigente diferenciación con respecto al populismo y a la demagogia social-fascista, o social-nacional-fascista, tipo Hitler, Mussolini, Franco, etc. Los opuestos a la concepción del materialismo histórico, de que son las masas las fuerzas motrices de la historia, son los que reivindican que el papel estelar de la historia corresponde a las grandes personalidades y a los héroes individuales, en contraposición y negación de las masas populares. Tenemos entre los ideólogos de que son los grandes hombres, las personalidades, las élites y los héroes, en contraposición y negación de la ley, de que son las masas populares las que hacen la historia, a historiadores, filósofos y sociólogos de la burguesía y del imperialismo, como a los cristianos y católicos, quienes, por la larga y casi interminable lista que forman, no por ello están de parte de la verdad ni les asiste la razón. Tomás Carlyle, Arnold Toynbee, Nietsche, Spengler, Heidegger, Wilfredo Pareto; Stirnner, el ideólogo del anarquismo bakuninista; Bertrand Russel; como los partidarios de los Hitler, Mussolini y del nazi-fascismo, como los portadores del positivismo y pragmatismo, son partidarios y defensores a ultranza de que son las individualidades las creadoras de la historia y no las masas populares. Es sorprendente que, mientras Carlyle y un Karl Popper son de los representantes de los que reivindican a las personalidades, en suplantación de las masas, como los creadores de la historia, haya forzosamente que colocar a su lado, lo cual es sumamente tan ilustrativo como revelador, a los anarquistas y a los bakuninistas, como a los terroristas individuales o anarco-terroristas, a los blanquistas, a pesar de su odio a la burguesía, como a los hegelianos de izquierda; lo mismo que a los populistas rusos de La Voluntad del Pueblo, y partidarios de las teorías de los héroes activos y de las masas, o muchedumbre, pasivas. Cabe afirmarse que, desde que Marx y Engels dilucidaron y fundamentaron, científicamente, el papel de las masas populares como creadoras de la historia, el materialismo histórico superó a todas las escuelas sociológicas; y barrió con todas las escuelas del idealismo histórico, en las que predominaba e imperaba, de manera absoluta, la falaz idea, contraria al papel de las masas como creadoras de la historia, suplantando el papel de las masas por las diversas personalidades destacadas, ilustradas o notables, como gobernantes, héroes, reyes, jefes militares, inventores, científicos, etc. Hasta Marx y Engels, las masas eran, para las corrientes del idealismo histórico, representantes de la nobleza feudal y medieval, o del régimen burgués-capitalista; como objeto informe (Calibán) de los jefes militares y de los legisladores; o como instrumentos ciegos del espíritu mundial y de la época; si no, de la superchería esa que denominan, sin ningún asidero real, ni en ninguna arista de la realidad concreta y material, como la Divina Providencia; y nunca como un sujeto de naturaleza propia e independiente, con capacidad de acción y conciencia históricas. En los historiadores franceses, sobre todo en los de la Revolución Francesa, al igual que entre los líderes y pensadores de los demócratas revolucionarios rusos de la primera mitad del siglo XIX, es cuando, y en donde, se empieza a intentar explicar la historia a través de la lucha de clases y las actividades de las masas. En Francia esto acontece con los historiadores del hoy período llamado de la Restauración, entre los que se destacan Mignet, Thiers y Guizot. En tanto, las ideas de los héroes y las personalidades están en la filosofía idealista de Platón, de los teólogos medievales, como Tomás de Aquino y demás, como en los obispos Bossuet y Berkeley, José de Maestre; como entre los enciclopedistas y los hegelianos neokantianos, pragmáticos e intuicionistas bersonianos, etc. La historia, como recreación de los episodios significativos de la vida, formación, desarrollo y luchas, de los procesos por resolver los problemas económicos, políticos, sociales, nacionales, culturales, militares e ideológicos; como todo cuanto concierne a las superestructuras, con sus ideas e instituciones, por parte de los conglomerados populares y nacionales, refleja vivamente la actitud de sus protagonistas, ya al lado del reconocimiento de las masas populares, o ya en contra del papel estelar y decisivo de éstas; y, por lo tanto, de los partidarios de que son las figuras prominentes, los del mundo, y, con ello, definiéndose como partidarios de las masa del pueblo o de las fuerzas recalcitrantes y cavernarias del atraso, la explotación y la opresión. Y así, al momento de la exposición de la historia, se encuentra que, quien pretende escribirla, y dejar así testimonio de los hechos, inevitablemente refleja de qué lado de la interpretación de la historia está. Y eso es un reflejo permanente en todo cuanto es historia o narración suya. Al estudiar las peculiaridades de los propugnadores y apologistas del papel de las individualidades y de las personalidades famosas, de los héroes individuales, nos encontramos que, en la embestida desesperada de éstos contra la tesis del materialismo histórico, sobre el papel decisivo de las masas en la historia, hay cosas paradójicas, como el de la coincidencia natural, digámoslo así, para resaltar la inevitabilidad de esta extraña, y en extremo sorprendente coincidencia total, de los exponentes del medievalismo y la nobleza aristocrática, como del papel de la supuesta voluntad divina, en su recalcitrante negación del papel de las masas populares en el curso de la historia, con los anarco-terroristas y anarquistas bakuninistas contrarrevolucionarios, con Tomás Carlyle; pues, aunque parezca inconcebible, tanto Bakunin como Blanqui y el grupo terrorista ruso Voluntad del Pueblo o populistas rusos, enemigos intransigentes contra el marxismo y Lenin, coinciden con los más reaccionarios y retrógrados del espectro filosófico cultural en cuanto al papel de las masas: todos esos tienen entre sí, como su denominador común, el rechazo del papel estelar de las masas en el proceso. Carlyle, como Nietzsche, Pareto, los hegelianos de izquierda, al igual que Toynbee, Bertrand Russell, como Stirner, etc., esgrimiendo gamas diferentes de argumentos, coinciden, en el punto en común, de negación del protagonismo o papel decisivo de las masas, en tanto el materialismo histórico, como bandera del materialismo dialéctico y de los comunistas, reivindicamos dicho papel de protagonista de la historia del pueblo. Y, por esa misma pendiente resbaladiza, el asunto llega al extremo inaudito de que, esas grandes personalidades, y grandes hombres, sustituyen el papel de las masas populares. En la práctica se reducen, no a personas honradas, honestas y decentes, sino a crápulas y verdaderos excrementos sociales, a la canalla y a elementos mercenarios, prototipo de lo que es el lumpen, como expresión superior de lo que es ser crápula. Miguel Bakunin, creador del anarquismo, hacía, paradójicamente, de jefe del anarquismo, mientras negaba todo cuanto fuera organización y reglas. Sustentaba que los peores criminales salidos de las cárceles (según Bakunin) eran los llamados a desempeñar el papel de vanguardia. Y, efectivamente, fue ésta la tesis, tanto de Maximiliano Gómez, como cabecilla del lumpen de la peor ralea, como de Otto Morales; lo que se materializó pasando, de la idea a los hechos, con la Conferencia del MPD Hilda Gautreaux; con su llamado a lo mejor a los comandos; que, de hecho, se convirtieron en refugio de los más connotados desechos anti-sociales; que terminaron sirviendo, tanto para darle muerte a Maximiliano Gómez, como para delatar a Otto Morales, confirmando la máxima de: Así paga el diablo al que le sirve. Cuando Angela Peña, al tiempo que embarra cuartillas y ensucia páginas, en la letrina “Hoy” del Opus Dei-Pepín Corripio, se empeña en emplear a estos personajes, y a sus epígonos o bandoleros de su misma calaña; aún cuando con ello quiere darles connotación de valía, que nunca jamás pudieron tener, promueve las imaginarias y supuestas hazañas de sus héroes, no está fortaleciendo ni mucho menos reforzando la cavernaria concepción retrógrada, de que son las personas ilustres, las grandes personalidades, los héroes e individuos de valor, quienes hacen la historia; según postulan los ultrarreaccionarios en este asunto, de quién es que hace la historia; sino que, Angela Peña lo que hace es mostrar la patética bancarrota de los sustentadores de esa corriente de interpretación (acorde con los intereses de los explotadores y opresores), de la historia; por cuanto sus personajes, como Otto Morales, Amín Abel, Maximiliano Gómez, Homero Hernández, los caamañistas y corecatos, intelectualmente, no valen ni una moneda de a peseta; y, social y moralmente, a todos juntos, como a cada uno por separado, al por mayor o al detalle, quien los cambia por mierda, sale perdiendo el envase. Cuando se trataba de juzgar, por ejemplo, los episodios históricos de la antigüedad, del medioevo, o hasta del inicio de la Era Moderna, períodos en que se juzgaban y actuaban grandes y connotadas personalidades, desde Augusto César, hasta Cómodo, el último de la dinastía de los antoninos del Imperio Romano, el papel de los grandes pensadores de la antigüedad griega, como de los ilustres personajes, que en el medioevo se expusieron y se jugaron sus vidas, desafiando el poder criminal de la Iglesia Católica y del cristianismo, como de los crímenes de la colonización, tanto de América como de la India, o los procesos de emancipación en América Latina, como de las revoluciones democráticas en Europa de mediados del siglo XIX, a Hegel, a los hegelianos de izquierda, etc.; Marx y Engels suscribían, con toda perspicacia, que la historia no es ni se puede explicar, ni mucho menos desentrañar, con las biografías de las grandes personalidades, comprobadas como tales grandes personalidades. Y es el caso, que la incalificable insignificante, con un cerebro de un pollo o de un pez, pretende resaltar crápulas, desalmados, huérfanos de toda dignidad, escorias; que usurparon, y persisten en seguir haciéndolo, la representación de la izquierda revolucionaria, y a sus canallas y rufianes, comprobados como tales, a todo lo largo y ancho de los acontecimientos y sucesos del país; en forma estafadora, los presenta como representantes de esos supuestos ciudadanos eminentes y representativos de las inquietudes y metas de redención nacionales y sociales. De ello resulta que, tratándose de aventureros, rufianes, desalmados, atracadores, y sujetos envilecidos más allá de todo límite razonable, lo que Angela Peña logra narrar con toda superficialidad, y la más penosa trivialidad, no son cosas que puedan tener tal peso de contenido ni de significado, para ser tenidos como testimonio de la errática pretensión de suplantar la historia con biografías, no de personalidades, sino de delincuentes redomados y perros hueveros; que, con su cabeza hueca y la podredumbre del pus recorriéndoles sus venas en lugar de sangre, no tenían ningún principio ni concepción ideológica o política definida; habiéndose convertido, tras sus turbias trayectorias de fechorías y correrías, en carga muerta del proceso y del movimiento revolucionario y popular. Por ello, cabe decirse, que Angela Peña, en su desolación y orfandad de moral, como de todo principio ético, llega al colmo del extremo de suplantar la historia, no con biografías de grandes personalidades, sino con historietas vacuas y vacías. Historietas como los comics, o paquitos de muñequitos, de Dick Tracy, de Hulk, el hombre verde, de Superman, de Thor y su martillo, del Capitán América, de Batman el hombre murciélago, con que el imperialismo norteamericano ha reemplazado las leyendas maravillosas de la antigüedad griega y sus bellas mitologías. Lo mismo que hizo la Iglesia Católica-Vaticano, y sigue haciendo, con su industria de santos, de sus milagros y sacrificios; todos sacos y ensartas de falacias y fábulas mentirosas. Lo que tienen de original, la mediocridad escandalosa de Angela Peña, es, precisamente su falta de originalidad. ¡Cuántas basuras! Freddy Aguasvivas, en una novelucha, en que trató de batir buena parte de todas esas mierda, en apología de Amín Abel, el extraño hombre tenido por inteligente y culto, no siendo más que un estúpido amaestrado escolásticamente por los jesuitas y lasalleanos (curas de La Salle); de él decía Freddy Aguasvivas que hablaba con los muertos, que era médium; que aún después de muerto le salía a su esposa, Mirna Santos, que andaba en otros brazos, como alma en pena. Y, en ese panfletón de estupideces, Aguasvivas dijo que, según el marica René Sánchez Córdoba, y su mujer, Maria Elena Muñoz, de cuya atención varonil se encargaba el refugiado en la casa, Otto Morales (callando que este fue uno de los factores que terminó volviendo a hacer enloquecer a Monchín Pinedo, quien, la primera vez que entró en crisis siquiátrica, fue por el abuso de estupefacientes); que, como aventurero y lumpen, a Maximiliano Gómez (El Moreno), le sucedió en Bruselas, con la Pinedo, lo mismo que a Pedro Navaja con la que creía presa fácil; alentado por la falsa creencia bakuninista de que el lumpen redomado, tal cual era él mismo, no llegaría a atentar contra el que lo había enaltecido. De Otto Morales se ha llegado a decir -entre otros, el mismo aventurero Freddy Aguasvivas- que, cuando se cuerpo fue acribillado a balazos, de los orificios hechos por las balas, salía una luz brillante que demostraba la pureza y grandeza del lumpen, que caía víctima de las mismas fuerzas terroristas que alentó, de las que, en un momento, incluso, fue informante; y, desde fines de la Guerra de Abril, se empeñó en provocarlas; alentando y fomentando el terrorismo individual; pero, por sobre todo, obstruyendo, calumniando, agrediendo contra todo cuanto fuera trabajo de educación, y creación de conciencia y organización, en el seno del pueblo. Del caso del conocido aventurero, y desquiciado seudo-izquierdista y terrorista, Homero Hernández, del que dijimos que era un perro huevero, ¡hay demasiada tela que cortar! Homero Hernández, junto con el otro vándalo, marido de la delatora, y hoy funcionaria pálido pelegato boschista, Altagracia Paulino, quien desde su pubertad manifestó una atracción patológica por los cacos y rufianes, como Víctor Raposo, que fue su primer marido, y muerto en el curso de un asalto en Macorís del Norte; después de intentar, en vano, Homero Hernández, asaltar y sonsacar a nuestro Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO), fingiendo arrepentimiento, y dándose a cada rato andanadas de golpes en el pecho, cuando comprobara, que las agresiones emepedeístas, ni sus asesinatos de nuestros camaradas y simpatizantes, nos intimidaban; y que, desde aquel momento, les daríamos la lección que se merecían los emepedeístas, para crear una frontera infranqueable entre nosotros y esa falsa izquierda anti-comunista, castro-guevarista y delictiva; optó, Homero Hernández, junto a Roberto Solano, por volver a sus andadas; para lo que entraron en contacto con el grupo de delincuentes y asaltantes de Tato en San Carlos y con Titico Cerón, hermano de un tal Luis Palito y Ulises Cerón, siendo este último del grupo de asaltantes de bancos de nombre Los Palmeros, que encabezaba Amaury Germán. Elsa Peña, quien fuera mujer de Homero Hernández, calla, de Roberto Solano y de un mozalbete vicioso, adicto a las drogas, que fueron muertos tras un asalto en la calle Isabel La Católica a un canjeador de cheques. Como calla y oculta que la única actividad, que llevaba a cabo Homero Hernández, era de esa naturaleza; llegando a entrar en contacto con sectores descontentos del balaguerismo, con fines de atentar contra el tirano alimaña Joaquín Balaguer. En estos planes, llegaron hasta a solicitar el tipo de armas que necesitaban; y, en común acuerdo, habían escogido la calle en la que se llevaría a cabo el magnicidio; lo cual, desde el primer momento, estaba en conocimiento de los servicios secretos de los cuerpos represivos; que ordenaron cortarle las alas de inmediato; lo cual le fue encomendado al empedernido sicario y narcómano, el mayor Sánchez Arias, que, entre otros hechos, le había dado muerte a Gregorio García Castro, por orden del mismo tirano alimaña Joaquín Balaguer.
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