Saludamos la iniciativa del Movimiento Patriótico Independiente de promover un referéndum nacional contra la invasión masiva de haitianos - PARTICIPACION DE LA DRA. DAISY MOLINA DECAMPS PRODUCTORA DEL PROGRAMA CULTURAL RADIAL Y DE INTERNET "LUZ MAS LUZ" EN EL ACTO PATRIOTICO POR EL REFERENDO CON MOTIVO DEL 1RO. DE MAYO EN EL CLUB CALERO - 05-05-2014
Saludamos la iniciativa del Movimiento Patriótico Independiente de promover un referéndum nacional. La constitución dominicana señala que la soberanía de la nación y del Estado dominicanos reside, exclusivamente, en el pueblo, y solo de él, emanan todos los poderes del Estado. Por tanto, ante el hecho de los riesgos que corre, tanto la soberanía de la nación como del Estado dominicano, con la obvia intención, de parte de la administración gubernamental del PLD, cuyos funcionarios, empezando por el Presidente, no muestran ninguna voluntad ni interés en la defensa de la autodeterminación del pueblo y nación dominicanos; sino que dan muestras inequívocas de cobardía y pusilanimidad ante los eventuales invasores y sus instigadores, tanto haitianos como extranjeros de otros países, como son Cuba y los castristas, Venezuela y los chavistas, así como los peronistas neoliberales argentinos, de los gobiernos de los Kirchner, que son los que más presionan en la arena internacional; como también la Iglesia Católica-Vaticano, que es parasitariamente financiada por el Estado dominicano en sus actividades empresariales, comerciales y de oscurantismo, vía el Concordato, y todos los privilegios que de él se desprenden, quienes buscan crear mecanismos para que los haitianos ilegales, que en forma de invasión masiva han saturado y ocupado el territorio nacional, obtengan, en forma igualmente masiva, la nacionalidad dominicana, sin siquiera preocuparse por escuchar, indagar, ni promover que la población exprese su juicio, su punto de vista y su interés. Corresponde, entonces, a quienes representamos los más genuinos y auténticos sentimientos nacionales dominicanos, sentimientos nacionales que están personalizados por las grandes masas de ciudadanos dominicanos, le salgamos al paso a tan funestos como nefastos planes; y empecemos por demandar que se oiga la voz del pueblo; pues los que ostentan la condición de gobernantes de este país, y que deberían, aunque no lo hagan, ser sus primeros defensores así como protectores del pueblo, están haciendo todo lo contrario, dando un ejemplo repugnante de falta de verticalidad y dignidad. En ese sentido, debemos promover, reclamar hasta que se imponga, que sea escuchada la voz del pueblo; y así darle uso práctico concreto al principio constitucional, que consta en nuestra Carta Magna, de que la voluntad popular es la fuente de Poder de los órganos de Poder del Estado; porque el Estado es social, pero, a la vez, ante todo, nacional. Por eso es, que ese mecanismo mediante el cual el pueblo se pueda expresar, dejar oír su voz, sus sentimientos, sea un mecanismo que contenga esa misma Constitución vigente; en este caso, la figura del referéndum; que si bien es casi etérea e indefinida, como es la del referéndum, con el que, dicho sea de paso, los sectores del régimen oligarquía pretendieron suplantar la Constituyente, a manera de una migaja, que dejaron caer de su mesa de opíparos banquetes, para entretención de ese pueblo, al que ven indudablemente como perro hambriento, es con la figura jurídica, de raíz constitucional, con la que contamos para que el pueblo se pueda expresar; pues se trata, el referéndum, de una consulta mediante la que el pueblo expresa su opinión, su criterio y, por tanto, sus intereses; de modo que los gobernantes no puedan ignorarla, sino usarla como sostén de los pasos que deben articular e implementar. De ahí que, al presentar la iniciativa de que los sectores populares demandemos que se oiga nuestra opinión, demandemos por ello el referéndum, para enfrentar y resolver definitivamente la cuestión de la nacionalidad dominicana frente a los haitianos, quienes pretenden se les dé, sin más ni más, como exigen en forma unilateral. Y decimos esto, porque, como los haitianos y los propagandistas traidores y cotorras repetidoras pro haitianos, tales como Juan Bolívar Díaz Santana, el cura jesuita Regino Martínez, han reconocido, en 207 años de independencia de ese eco nicho estatal que es Haití, y que dice tener una ley de naturalización, sólo tres personas han podido obtener la nacionalidad haitiana; porque, en dicha comunidad, su patológico racismo lo envuelve todo, lo ahoga todo, lo decide todo; y por eso, Haití y los haitianos, son de por sí negadores de todo derecho en tanto reclaman para ellos en exclusivo lo que niegan a los demás; lo cual contraviene el principio básico de todo derecho que es la reciprocidad, es decir, que el derecho es una calle de doble vía. Nadie puede demandar que le respeten lo que no respeta, que le den lo que no da. Y no sólo eso. Lo peor de todo es, que para canalizar sus unilaterales demandas, recurren al expediente de que el país, la nación y el pueblo que quieren victimizar, debe aceptar, además de sus groseras y bárbaras agresiones de salvajes, las más groseras tergiversaciones de las realidades históricas y sociales, objetivas no virtuales. Este es el caso de los cubanos castristas, los venezolanos chavistas y los argentinos mussolinistas peronistas que, junto a los haitianos y las pandillas de los estamentos espoliadores nativos de estos, es decir, de los propios haitianos, se dedican a negar la historicidad concreta de la nación dominicana, de la nacionalidad dominicana, de la formación histórica del pueblo dominicano, que, en continuado empeño, hasta desesperado si se quiere, y persistente, de generaciones y generaciones de dominicanos, que hemos llegado a crear; y a la que nos aferramos con uñas y dientes y con todo nuestro cuerpo, como un naufrago en el mar que se abraza de una tabla para sobrevivir; y de ahí nuestra decisión de seguir siendo una nación libre e independiente, una nación de los dominicanos y para los dominicanos que queremos ser dominicanos y nos enorgullecemos de ello; decisión de la que nos agarramos como pueblo para sobrevivir como nación, igual que el náufrago. Señores, demostrando que no les asiste ni la razón ni el derecho, es que esos enemigos, mentirosos y calumniadores, haitianos y sus padrinos, tienen que hacer uso de las tergiversaciones, de las falsificaciones, de las adulteraciones y todo tipo de manipulaciones, así como de la más supinas aberraciones; y que llegan hasta el colmo de negar la identidad histórico cultural de los dominicanos y de su dominicanidad, la que con objetividad probada en los hechos históricos, está más que demostrada; pero que, sobre todo, es superior y tiene más raíces y contenido, más significado, que todas las identidades juntas de esos países, incluido Haití y los haitianos, cuyo rasgo fundamental es el salvajismo refractario a la civilización y nutrido en el racismo suyo, precisamente que se convierte y erige en su atadura atávica y maniática que los amarra a sus taras de aferramiento a un lejano pasado, en cuya nostalgia han forjado su fracaso; y es lo que les ha impedido visualizar todo proyecto nacional; en tanto se han caracterizado como un Estado mercenario y agresor, envidioso y resentido contra la nación dominicana; y han hecho de cada haitiano un potencial agresor. Y esto lo demuestran las sistemáticas acciones de quema de banderas dominicanas, mientras demandan le den la nacionalidad dominicana, con la que, indudablemente, buscan adueñarse de la República Dominicana, matarla y devorarla, como si fuese una gallina robada. Pero si algo puede demostrar la historia propia de la nacionalidad y la nación dominicana, es que no somos gallinas; más aun, que sin protección ni siquiera de la que fue la metrópoli colonial esclavista, España, nuestros antepasados empezaron a forjar esta nacionalidad y esta nación, así como su Estado nacional que es hoy República Dominicana. Es tan sólo una calumnia criminal el querer ignorar esta gloriosa historia, que ha culminado creando este árbol y sus frutos; que a veces pueden ser amargos, pero es nuestro fruto y de él extraemos nuestro vino. Son luchas concretas en todos los terrenos y en todas las circunstancias, las que terminaron por fraguar esta nacionalidad, nación y estado nacional. Nadie nos lo dio, nadie. ¿Puede decir, acaso esto mismo, la Cuba castrista, colonia y colonia de todos los colores; o la Venezuela con su Soulouque, Simón Bolívar Ponte; o bien, la Argentina?, antro de refugio de todos los criminales nazi-fascistas italianos y alemanes, como destino por excelencia de la ruta de las ratas, organizada por el Vaticano de la Iglesia Católica para darle impunidad a estos criminales de guerra y que constituyen sus legiones en el poder, con Cristina Fernández a la cabeza, y que, como producto del imperialismo andrajoso italiano, ha generado, como su idiosincrasia, una psicología social, que es definida, irónicamente y con sarcasmo, con la expresión de que: la mayor causa de los suicidios en Argentina se producen como consecuencia de los argentinos caerse de la altura de su elevado y falso alter ego. Nuestra historia tiene una continuidad excepcional, puede decirse, en El Caribe y en relación a muchas otras naciones de Latinoamérica, de más de 5 siglos de evolución continua; que es, precisamente, en donde radica la fuerza que ha permitido fraguar lo que somos como nación dominicana; y nos identifica hoy como quisqueyanos y es lo que nos ha permitido ser libres tantas veces como hemos sido esclavizados. Pues, la real historia dominicana, correctamente estudiada y elevada como conciencia ciudadana, es un catalizador vivo para la formación de las nuevas generaciones en la búsqueda de un sentido nacional para ellas; que es, justamente, lo que nuestros enemigos intentan impedir; creando una historia dominicana falsificada, resultado de aplicar las manipulaciones, tergiversaciones y engaños, las calumnias como fuente de historia; que son las que generan esa historia falsa, que hemos conocido hasta hoy, a través de muchos de los historiadores oficiales y venales actuales que, igual que los historiadores oficiales y venales de ayer, son mercenarios pagados por los poderes colonialistas y neocolonialistas y el régimen oligarquía o régimen de privilegios. Y esto ocurre desde antes de la proclamación misma del Estado nacional dominicano. La primera vez el 1ro. de diciembre del 1821; la segunda vez, el 27 de febrero de 1844; y la tercera con la Restauración de la República, de 1864-65. En los dos primeros casos, teniendo que resistir la agresión decidida del vecino país Haití, para encadenarnos a la esclavitud nacional e impedir que la lucha consecuente, de la nación dominicana por la independencia política, se encauzara definitivamente por el camino de darse un Estado nacional, que garantizase su autodeterminación soberana; y la tercera, frente y en contra de la anexión a la España colonialista. Terminando por demostrar, todas las mentiras y falsedades, cocinadas y difundidas por los haitianos para tratar, en vano, de ocultar y negar, que nos invadieron y sometieron por 22 años, desde 1922; régimen oligarquía que ha estado operando pretendiendo apartar del Estado nacional a la población, que en su totalidad conforma la nación dominicana; régimen oligarquía que ha tenido siempre, como mentor y guía, como siempre, a costa de parasitar de la nación y su Estado nacional, a la IC y su papado ayer, y hoy Iglesia Católica-Vaticano; y tanto ayer como hoy, siempre buscando mantener su ignominiosa cadena de beneficiarios de su situación de privilegios; que en no pocas oportunidades, nada le ha importado el poner en peligro y hasta empeñar la autodeterminación y soberanía de la nación ni del Estado nacional mismo, así como nuestro territorio; ofreciéndoselo a potencias colonialistas e imperialistas extranjeras, con tal de conservar la vileza de sus privilegios, tal y como se repite en la actualidad. Del mismo modo, se ha confeccionado lo del “común destino de los países del Caribe por la identidad cultural africana común”; a lo que subordinan la identidad nacional; claro, siempre y cuando no se trate de la identidad y la nación de los cubanos; pues, esa teoría es una de las manipulaciones suyas, aplicada por el castrismo a la historia dominicana a través de su Academia de la Historia cubana. Y, a pesar de que la ciencia de la historia define la nación como una categoría históricamente determinada, que surge con el capitalismo, no antes, por lo que las naciones, según el concepto moderno, no son conjunto de peculiaridades culturales, como tampoco comunidades de raza, ni de tribus; sino que, el proceso nacional y la conformación de su correspondiente identidad nacional son sus consecuencias, requiriendo o necesitando un nivel superior de organización y del nivel de las fuerzas productivas; respecto a lo que, lo de la identidad de simples rasgos culturales o raciales particulares son fenómenos que no tienen esa relación directa con las fuerzas productivas ni con las relaciones sociales de producción, como tampoco con la sociedad que estas determinan. La Academia de la Historia cubana, hace uso consciente de mentiras a las que deliberadamente busca darle apariencia de verdad; no en base a su contenido e interconexiones internas, sino atendiendo exclusivamente a sus nexos externos y sólo por lo que aparentan; apegándose, con fines perversos, a la apariencia formal. Como es el caso de sustentar que “la de Haití fue la primera y única revolución triunfante de negros esclavos en contra de la esclavitud”; separando, de manera intencionada, esos acontecimientos o fenómenos de sus íntimas conexiones, que convergen dando esos resultados aparentes, y obviando o anulando las conexiones íntimas entre sí. O como lo sería, también, presentar, como lo hicieron este 27 de febrero del 2014, por el canal Telesur, que la invasión haitiana de Boyer fue para impedir el acoso del imperio español contra Haití; cuando la realidad es que Boyer invade, no a una colonia española, sino a la República Dominicana, recién proclamada como nación independiente; que incluso, había acusado total respeto por Haití independiente; lo que consta como tal, y así consta en la propia gaceta oficial haitiana publicada dos meses antes de la invasión haitiana de 1822. En cuanto llamar nación, en 1804, a un conglomerado humano como el haitiano, que no tenía un idioma común y que hoy todavía no lo tiene, que no tenía vivencias de vinculación suficientes que compenetraran a dicho conglomerado humano con el territorio que ocupaban en esa colonia; pues todo el espacio de su preocupación, del Haití colonia francesa, ha estado siempre ocupado por la nostalgia de volver al África, lugar de donde procedían; aberraciones y aberraciones, que las potencias imperialistas norteamericana y de los países de la Unión Europea instigan y fomentan. Esa historiografía interesada oculta, que la abolición de la esclavitud, de la que se benefician los haitianos, la proclama su metrópoli Francia; y no como resultado de su propio proceso de lucha contra la esclavitud; siendo revelador, que el sector de esos ex esclavos que toman las riendas del Estado, en nombre de la abolición de la esclavitud decretada por su metrópoli, lo que imponen no es un régimen de igualdad y libertad, sino un despótico y absolutista régimen pretoriano militarista de trabajo forzado, como hizo Toussaint Louverture en 1801, cuando invadió la nación dominicana, todavía colonia española, en nombre de su metrópoli Francia; y cuando, forzados por los contratiempos históricos, se ven obligados a declararse independientes de su metrópoli Francia, el principio que enarbolan es la aberración del racismo; y despliegan una razia o campaña de exterminio contra todo lo que no sea negro puro; sin que aparezca por ningún lado nada de igualdad; sino que se erigen en emperadores, categoría de los gobernantes en el régimen esclavista del imperio romano, en vez de republicanos; y obsesivamente erigen la opresión y la esclavitud nacional como su bandera, a nombre de abolir la esclavitud social y garantía de su libertad; y, en nombre de proteger su cuestionable libertad del acoso de los países colonialistas europeos, pero empeñados, los haitianos, en someter a la nación vecina, que somos la República Dominicana, a la esclavitud nacional, no proponen una alianza para la defensa mutua; como lo hizo Núñez de Cáceres cuando proclama la conformación del Estado nacional dominicano con la declaración de independencia del 1821 y reafirmado, necesariamente, en su expresa disposición de unirse a la Gran Colombia. Así pues, la sentencia 168-13 no surge de un capricho, sino que viene a ser el reflejo de la reivindicación de la autodeterminación y soberanía de la República Dominicana; en peligro de desaparecer, víctima de la presencia masiva de los haitianos; con la divisa, como bien lo han dicho, en forma descarada y desvergonzada, de tomar su territorio (TNT), de la hiena Edwin Paraison y comparsa; que no es otra que el adueñarse, como sea, del territorio de la República Dominicana. Como se puede ver, hay varios siglos de luchas directas, entre la formación histórica dominicana, de un lado, y la haitiana, del otro lado; sin contar las luchas entre las metrópolis coloniales que se enfrentaban por el dominio de las colonias de la isla de Santo Domingo; luchas inter-colonialistas, de las que los países y pueblos coloniales éramos sus víctimas, víctimas de la potencias coloniales que se enfrentaban. Como es testimonio el pacto de 1795, de Basilea; por el que la nación dominicana, ya formada, fue entregada, como una vulgar mercancía, a Francia; y los súbditos de ésta, que eran los haitianos, se consideran, a partir de ahí, herederos del botín colonialista de su metrópoli esclavista; y, por lo tanto, dicen, en forma siempre insolente y desvergonzada, haber heredado la propiedad sobre la República Dominicana, como, impúdicamente, no tienen ni siquiera el escrúpulo de ocultar. No es verdad que los dominicanos oprimimos a los haitianos. Los dominicanos, que vivimos en nuestra propia tierra, somos víctimas de la miseria, de la pobreza, del desamparo; y de ello es testimonio el estado miserable de los enormes cordones de pobreza que ahogan los centros urbanos, como todos los campos de la República Dominicana. Es vergonzoso como, en la televisión europea, se presenta el caso de plantaciones de guineos, propiedad de holandeses y holandesas; y se falsifique la verdad, mostrando a estos holandeses como si fueran dominicanos, y no europeos. Y, cínicamente, a estos les llaman los dueños dominicanos de dichas plantaciones, en la que la mano de obra es haitiana; y, por tanto, la imagen que queda es que los dominicanos esclavizamos y explotamos a los haitianos; cuando son los europeos, los mismos de la Unión Europea y sus monopolios, los que lo hacen en territorio dominicano. Véase la estafa del reportaje “El lado oscuro de los precios justos”, en RT, televisión rusa. Haití y los haitianos, al igual que todos sus padrinos de América Latina, la Iglesia Católica-Vaticano, como de los EEUU, Canadá y la UE, son racistas; pero a nosotros nos acusan de racistas; son esclavistas y nos acusan de esclavistas a nosotros; son negadores de la autodeterminación de nuestro pueblo, y cantaletean y vociferan su derecho a la autodeterminación; son violadores de la soberanía nacional de los dominicanos y de la República Dominicana, y, sin embargo, vemos a los cubanos castristas, a los gobernantes chavistas venezolanos y su claque, así como a los argentinos, peronistas neofascistas, gritando, como gatos hambrientos amarrados, por su particular y propia autodeterminación y soberanía; pero negándosela a los dominicanos y a la República Dominicana. Estamos ante el caso del ladrón y delincuente, que grita: un ladrón, un ladrón; para ocultarse, confundir y buscar escapar. En este momento, difícil, pero estelar, de la historia dominicana, una vez más, es necesario un trabajo infatigable para la defensa victoriosa del país de toda esclavitud colonial. Y el referéndum es parte de esta gloriosa tarea. Debemos pues poner todo nuestro empeño para que se convierta en una realidad.
A trabajar para que los haitianos salgan de la RD. Que esta voluntad, única de los verdaderos dominicanos, se haga patente en el demandado referéndum por la dominicanidad y la soberanía. ¡Arriba el referéndum!
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