EN EL EVENTO DE LOS ESTAMENTOS DE LAS ELITES OLIGARQUICAS QUE SE PROCLAMAN NACIONALISTAS

Quedaron en evidencia todas las llagas malolientes y toda la podredumbre, la falta de un verdadero patriotismo, como la cobardía y la pusilanimidad, negándose a llamar por sus nombres a los agentes de la fusión y la destrucción de la República Dominicana

04-02-2014

 

El sector de la derecha conservadora, explotadora, opresora y oligárquica, y, por lo tanto, reaccionaria y pro-imperialista, especialmente pro-yanqui a rajatablas, y clerical católica-vaticanista; que no obstante se proclama “nacionalista”, lo que no deja de ser tan paradójico como extraño; acaba de efectuar un muy ilustrativo evento de su propia naturaleza de clase e histórico-social como política, de carácter muy elitista, estrecho, anti-popular, sectario y divisionista, con carácter excluyente y exclusivista, conforme al régimen oligarquía, basado en los onerosos privilegios de las pretendidas élites, que constituyen y por cuya hegemonía abogan, en esa muy monótona reunión que efectuaron en el Hotel El Embajador, así como que, del mismo se han nutrido como corresponsables de primer orden del callejón sin salida a que han empujado a la nación dominicana.

En ese evento de marras quedaron expuestas, por sus mismos portadores protagonistas, sin atajos, todas las llagas malolientes y toda la podredumbre, como las inconsecuencias, la falta de un verdadero patriotismo, como la cobardía y la pusilanimidad, la doblez que, como estamentos oligárquicos de un país y nación colonizado y neocolonizado, como subyugado, oprimido y expoliado, vienen a ser tales estamentos oligárquicos. Burguesía terrateniente cipaya y antinacional, por naturaleza específica de sus actividades dentro del extenso campo del aquelarre de actividades diversas de la burguesía y su régimen capitalista, que va, desde las del terrateniente aburguesado, el especulador, usurero y estafador, al gran comerciante importador a la sombra del modelo y veleidades del proteccionismo, al prestamista y sus actividades bancarias o de mercado negro y furtivo; así como el gran cortejo que le acompaña de gente que, por su parte, en la actividad de servir a esas actividades del sector de los estamentos oligárquicos, que se estilan de nacionalistas, en sus actividades de valerse de la nación, del Estado y de la patria para expoliar, sin consideración ni miramientos, al mismo pueblo dominicano y a los pertenecientes a cualquier otro estamento; por cuanto lo único que en verdad los mueve y les sensibiliza son sus espurias y cuantiosas ganancias; gente aquella que se han erigido a su vez en lacayos diplomados, titulados y domesticados en el servilismo, ha acompañado a esos sectores oligárquicos nacionalistas.

Sin embargo, no son todo el conjunto de los nacionalistas y patriotas, que constituye el amplio y extenso espectro de los que resistimos y nos oponemos a la haitianización, a todo tipo de fusión con Haití y con los haitianos y sus centros de mando extranjeros, y de los que Haití y los haitianos siempre han sido, como conglomerado poblacional, desde la lejana época del viejo colonialismo del capitalismo pre-monopolista, y lo mismo como Estado tribal independiente; que no otra cosa podía generar una sociedad esclavista y de esclavos, que no podían ni portaban ningún nuevo régimen ni orden económico-social y político, y por ello, como Estado tribal independiente, de hecho y realmente no eran otra cosa que un Estado mercenario, cuyo Producto Interno Bruto sólo podía ser esa execrable mercancía humana, que es el mercenario militar; como la Bretaña francesa, cuyo principal aporte era su mercancía de los gendarmes militares para someter al pueblo trabajador, como a las colonias de Francia, a base de la cañonera, el sable, las bayonetas y el fusil, que operaba junto al cura y a la Iglesia, que predicaban paciencia y resignación a las víctimas del oprobio del absolutismo y el despotismo.

Nada extraño nos resulta que el más flamante y audaz ideólogo suyo, que vendría a ser el nombrado Manuel Núñez Asencio, haya escrito, como fruto de sus últimos hallazgos majestuosos, el 27 de enero pasado, y refutado por nosotros un día después, el 28 de enero; refutación que pueden buscar en Internet en el portal del periódico “¡Despertar!” y de nuestro Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO), su muy descalificado aserto:

“La historia no la hacen las grandes masas, como creíamos en las etapas románticas de las revoluciones, sino que estas grandes mayorías son manipuladas por minorías, pequeños grupos que crean redes, que tienen el poder y la influencia política, económica y cultural, para tirar del carro y llevarnos a nuevas riberas. Así nació el Estado dominicano. Los trinitarios, que eran una minoría, lograron orientar al pueblo dominicano. Nosotros nos hallamos en momento desolador; las minorías haitianas, han echado a rodar la idea de que la solución y la recuperación de Haití se halla en la República Dominicana”.

Lo que viene a cerrar el círculo, que concluye por definir y precisar los rasgos inequívocos de la fisonomía de lo que hemos llamado sector o segmento de la derecha oligárquica explotadora y opresora, como pro-imperialista y eminentemente clerical, que se proclama “nacionalista y defensora de la nacionalidad dominicana”; y que, apelando al recurso de la analogía, del que no desconocemos sus limitantes y debilidades, nos trae al recuerdo de la magistral página que Carlos Marx, que en su “Revolución y Contrarrevolución en Alemania”, hizo de la burguesía en sus variantes diversas, que llegaba tardíamente al escenario de la historia; pero que es indudable que, al apelar a Carlos Marx, para hacer un parangón entre la burguesía alemana de la década del ’40 del siglo XIX, y del conglomerado oligárquico del patio, que funge de nacionalista en un extraño y paradójico episodio de la historia de las vicisitudes de la nación dominicana, su soberanía y su autodeterminación, como base de su independencia y su Estado nacional, necesariamente pasamos y dejamos atrás la analogía. tanto como recurso empírico sin mayores pretensiones científicas para la obtención del verdadero conocimiento esencial de las cosas, que sustituye a la observación sistemática, al experimento y a sus conclusiones, y que -la analogía- se fundamenta en el parecido de los caracteres externos y secundarios de las cosas y de los fenómenos; puesto que nadie, ni aún los especimenes más recalcitrantes del adocenamiento. puede negar que tenemos por delante la tesis de Marx, que es una olímpica síntesis de una apreciación de fondo, y no de simple parecido de factores externos; y dice así:

“Esa burguesía se había desarrollado con tanta languidez, tan cobardemente y con tal lentitud, que, en el momento en que se opuso amenazadora al feudalismo y al absolutismo, se encontró con la amenazadora oposición del proletariado y de todas las caspas de la población urbana, cuyos intereses e ideas eran afines a los del proletariado. Y se vio hostilizada no sólo por la clase que estaba detrás, sino por toda la Europa que estaba delante de ella. La burguesía prusiana no era, como la burguesía francesa de 1789, la clase que representa a toda la sociedad moderna frente a los representantes de la vieja sociedad: la monarquía y la nobleza. Había descendido a la categoría de un estamento tan opuesto a la corona como al pueblo, pretendiendo enfrentarse con ambos e indecisa frente a cada uno de sus adversarios por separado, pues siempre los había visto delante o detrás de sí misma; inclinada desde el primer instante a traicionar al pueblo y a pactar un compromiso con los representantes coronados de la vieja sociedad, pues ella misma pertenecía ya a la vieja sociedad; no representaba los intereses de una nueva sociedad, sino unos intereses renovados dentro de una sociedad caduca; colocada en el timón de la revolución, no porque la siguiese el pueblo, sino porque el pueblo la empujaba ante sí; situada a la cabeza, no porque representase la iniciativa de una nueva época social, sino porque expresaba el rencor de una vieja época social; era un estrato del viejo Estado que no había podido aflorar por sus propias fuerzas, sino que había sido arrojado a la superficie del nuevo Estado por la fuerza de un terremoto; sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo, gruñendo contra los de arriba y temblando ante los de abajo, egoísta frente a ambos y consciente de su egoísmo, revolucionaria frente a los conservadores y conservadora frente a los revolucionarios, recelosa de sus propios lemas, frases en lugar de ideas, empavorecida ante la tempestad mundial y explotándola en provecho propio, sin energía en ningún sentido y plagiando en todo, vulgar por carecer de originalidad y original en su vulgaridad, regateando con sus propios deseos, sin iniciativa, sin una vocación histórica mundial, un viejo maldito que está condenado a dirigir y a desviar en su propio interés senil, los primeros impulsos juveniles de un pueblo robusto; sin ojos, sin orejas, sin dientes, una ruina completa: tal era la burguesía prusiana cuando, después de marzo, se encontró al timón del Estado prusiano”.

En el evento, los expositores fueron meticulosamente comedidos en no querer denunciar ni llamar a ningún enemigo de la dominicanidad por su nombre y apellido, lo que, además de pusilánime y cobarde, es un anticipo de su inevitable felonía, o sea, traición contra el pueblo. Hablan en general, en abstracto, enviándole con ello un mensaje de solicitud de comprensión y piedad a los enemigos intransigentes del país y el pueblo dominicanos, de la nacionalidad, la soberanía, de la autodeterminación.

Y es que, a diferencia de nosotros, que estamos siempre con la frente en alto mirando al sol, los Dr. Armando Armenteros, Felipe Marino Auffant Najri, los Miguel Soto (Trujillo) Jiménez, los Euclides Gutiérrez Félix (la hiena del trujillismo sanguinario), José Miguel Vásquez, Juan Miguel Castillo Pantaleón, Chello Despradel, Julio Martínez Pozo, los Vincho y los vinchitos, todos y sus amaneradas redes, callan los nombres y apellidos del imperialismo yanqui, de la Iglesia Católica-Vaticano, su alias Papa, el superhechicero jesuita, agente y copartícipe de la dictadura militar de los Videla de Argentina, de los genocidas y carniceros de todos los países buitres y animales de carroña de la Unión Europea (Alemania, España, Francia, Inglaterra, Bélgica), de Danilo Medina Sánchez, ni del jesuita y agente de la CIA y de la USAID, Gustavo Montalvo.

Pero nosotros no callamos eso, ni nos andamos con rodeos, eufemismos ni medias tintas para denunciar a los narcotraficantes y nacional-fascistas de la burguesía burocrático-militar de la Venezuela, con su crápula, la vaca-mulo Maburro Maduro, cuyo Ministro de Exterior, el confidente de la Embajada yanqui y del cuerpo de paz yanqui, el social cristiano Elías Jaua, junto al miembro de los cuerpo de sicarios del chavismo y traquetero amaestrado por los cuerpos del aparato de espionaje castro-guevarista cubano, los más altos exponentes del mercenarismo y la falta de escrúpulos como de pudor, como de la falta de principios y de talento revolucionarios, que hace de Embajador por los narcotraficantes en el Poder de Venezuela, el rufián y canalla Alberto Castellar, quienes afirman, descarada e insolentemente, que lo que la República Dominicana adopte en perjuicio de las hordas haitianas en territorio dominicano, ellos lo toman como ofensa y atentado al pueblo venezolano. Pues, decimos nosotros, el pueblo venezolano, envilecido y reducido al amasijo de cerdos que es actualmente, ¡que se vaya al carajo! junto a Hugo Chávez, a Bolívar, a Maburro Maduro y al refugio de adecos, copeyanos, narcotraficantes y aventureros, que es el grupo que está en el Poder en dicho país; y dicen que a ellos lo que les interesa no es, si queda en pie o no la soberanía ni la independencia de la República Dominicana, sino que se alcance una solución que complazca a ellos, los venezolanos y a los cubanos, que se autodesignan como dueños y mandos hegemónicos de la región.

La sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional, que rechaza el otorgamiento de la nacionalidad a los haitianos, es un asunto responsabilidad de las masas, no de las élites ni de su régimen oprobioso de oligarquía.

Si hay un acto infame e ignominioso en el evento de marras, es el ocultamiento de que Danilo Medina Sánchez es quien está arrodillándose ante los haitianos y destruyendo la nación. Que Danilo Medina Sánchez, y no ningún otro funcionario, es quien, como es costumbre y hábito suyo, ante otros varones, se ha bajado y sigue bajándose los pantalones; poniéndose en la posición indecorosa de las cuatro patas para que lo sodomicen; aún y cuando eso haga correr el riesgo de disolución de su matrimonio con Candy, como se ha presentado en otras ocasiones.

¡Dominicano! ¡Pueblo trabajador dominicano! En ti descansa el patriotismo y la defensa de la nacionalidad dominicana; jamás en esas élites podridas y prostituidas. El pueblo y sus masas son los que hacen la historia.

 

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