PROGRAMA INVITADO DE: LUZMASLUZ

LA REPUBLICA DOMINICANA HA LLENADO EL CICLO HISTORICO CONCRETO HASTA LOGRAR LA NACIONALIDAD Y SU CONDICION DE NACION, LO QUE NO HA SIDO EL CASO DE HAITI Y TAMPOCO DE CUBA

Los castristas y su historiografía en evidencia de su odio y resentimiento hacia lo dominicano promueven la supuesta superioridad de los intelectuales haitianos en su bastarda tarea de falsificar y tergiversar la historia dominicana y atribuírsela a la tribal despótica y expansionista de Haití y los haitianos

13-02-2014

 

PRESENTACION

Decíamos, como palabras preliminares a la primera parte, acogida como programa invitado en este nuestro espacio partidario, de la producción semanal del programa cultural “Luz∑luz”, cuya elaboración corre a cargo de la doctora Daisy Molina Decamps, que si algo posee la República Dominicana, que ya ni sueñan poder alcanzar solos o por separado ni Haití, ni Cuba ni mucho menos el revolcadero de cerdos de basurero que ha sido siempre Venezuela, que en relación a Colombia, que es su vecino o hermano mellizo, no ha sido más que lo que la sido: una catástrofe y fractura de expectativas históricas; que es el irremediable caso del colapso y la patología de pensamiento, como reflejo directo de ese proyecto nati-muerto que, como nación, Haití empezó siendo, como un total fracaso, mucho antes de apenas haber recorrido el primer palmo de terreno en la carrera del trayecto por su propia nacionalidad; que, en el orden histórico-universal, precede a la nación, como el embrión antecede y es la garantía de la calidad del feto, en el orden del ser humano, como de cualquier animal, mamífero o no, lo mismo que la semilla a la planta en el orden de la botánica y la agricultura.

Y que esos tres países, sobre todo lo que es Cuba, comparten la tragedia pecaminosa de que se resisten a superar, como han debido hacer hace mucho tiempo, la experiencia negativa, en relación a, comparativamente, con la República Dominicana; de que, mientras nosotros, en la República Dominicana, puede afirmarse que hemos llenado el ciclo histórico concreto, desde la formación primitiva de la pre-civilización y el salvajismo, o el casi salvajismo, pasando por el estadio de colonia de viejo tipo y, con ésta, la recreación de una esclavitud, digamos que tardía, como sucedió en todas esas formaciones del mundo colonial de América, Norte, Sur, Centro y El Caribe; que además tuvo el carácter de casi esclavitud artificialmente creada, por obra y gracia de los ambiciosos y desalmados como degenerados europeos, pero, de manera muy singularmente especial, por los pertenecientes a esa raza blanca que, además, ostentosa y presuntuosamente, se decía ungidos y representantes exclusivos de la voluntad de su fantástica deidad, sin ningún tipo de arraigo en la realidad ni en la verdad, como son dios, Jesucristo, la divina providencia, la santísima trinidad y el espíritu santo, como su voluntad omnipotente, omnisapiente y omnipresente, en el terrenal mundo, reivindicando, además de todo esto, la posesión única y absoluta de la calidad de su representación en tal exclusividad.

Y miremos lo que aún siguen llevando a cabo. ¡Qué cristianismo! ¡Qué Iglesia Católica, Apostólica y Romana! Jamás, por los siglos de los siglos y en toda la eternidad, se encontrarán tantas ignominias e infamias, en la magnitud infinita que las tienen en su acervo espiritual y la sangre de su sangre, su cuerpo sacerdotal y cada uno de sus especimenes.

Habiendo recorrido palmo a palmo, y peldaño a peldaño, como vicisitud obligada y necesaria, durante tres siglos, al entrar a los albores del preámbulo, si no al proscenio del tercero, ya éramos una nación esclavizada y un pueblo por igual esclavizado. Así, al momento en que se aprestaban los franceses a llevar a cabo y realizar, tal vez su única gran obra a escala de la historia universal, con verdaderas repercusiones hasta entonces, a favor de la humanidad, que es la obra que inician con su gran Revolución Francesa del 1789-1793; y de ahí en adelante el imperio napoleónico, con su inequívoco rumbo o sello a favor del régimen capitalista, ya para el 1790, puede afirmarse, que la antigua colonia La Hispaniola de España, se había convertido, y llenado previamente los requisitos esenciales, para ser y convertirse, como de hecho nadie pudo impedir que sucediera, en una nación colonizada, esto es, una formación histórica de fisonomía propia en este campo, con su territorio perfectamente determinado dentro de la isla de Santo Domingo, es decir, con su territorialidad, según el Tratado de Aranjuez, y, por sobre todo, con su idioma, hecho nuestro como el único legado vinculante, con carácter más o menos duradero, de parte de nuestra principal metrópoli colonizadora y esclavista, que es la España reaccionaria y negrera, hedionda y desaseada que, como dijera alguien, ese maldito país que cuando en Europa, de la que se duda pertenezca, dan las 12 del medio día, todavía en ese mismo día en España, ni piensa aparecer el sol, esto es, sigue predominando la noche que, como oscura cortina, separa las penumbras de las tinieblas del día y los favores esplendorosos del astro rey, que es el sol.

Indagando, en interés de la verdad, se puede encontrar un pasaje real de la historia de Cuba, por ejemplo, que da cuenta de que, habiendo sido el ya formado o constituido imperialismo norteamericano el que derrotara a España en la Guerra Hispánico-norteamericana del 1898, se puede leer hasta en Wikipedia lo siguiente, en apenas cuatro párrafos:

“La ocupación militar, legitimada por el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, constituyó el marco experimental para la aplicación de la política con respecto a Cuba. Para Estados Unidos este fue un período de fuertes tensiones internas y externas, matizadas por presiones internas y negociaciones alrededor de la toma de decisiones gubernamentales.

“Entre los factores que incidían en la inestabilidad cubana se encontraba el manejo de la problemática del país por los sectores que, de una u otra forma, estaban interesados en su desenlace. A pesar de los esfuerzos de los grupos pacifistas de Estados Unidos, la tendencia anexionista en todas sus variantes se abría un espacio cada vez más importante en las esferas de Poder. Sin embargo, algo que debe destacarse es que en cada una de estas variantes del anexionismo predominaba el concepto más o menos peyorativo del supuesto ‘infantilismo’ de los cubanos. Es decir, la criatura, al empezar a dar sus primeros pasos, no podía prescindir del brazo fuerte del padre que la sostuviera, la ayudara y la protegiera de posibles caídas.

“Una de las alternativas llegó a su máxima expresión en los meses finales del gobierno de John Brooke, primer gobernador militar de la Isla y consistió en traspasar la soberanía de Cuba a un gobierno civil que convirtiera a Cuba, de un solo golpe, en territorio estadounidense. Esta idea cobró fuerza entre los círculos expansionistas y sus principales voceros.

“La oposición interna a esta variante y sobre todo el rechazo del pueblo cubano a esa pretensión conllevó a que el nuevo gobernador, Leonard Wood, concibiera la idea de ‘americanizar’ a la Isla por medio de una ocupación prolongada. Esta idea tuvo dos vertientes fundamentales. La primera, era un amplio proyecto reformador centralizado ‘desde arriba’ y en esencia implicaba la transformación de la sociedad cubana (escuelas, sistema de sanidad, sistema judicial, sistema de gobierno, ayuntamiento, etc.). La segunda línea de acción se encaminaba al fomento de al inmigración, fundamentalmente de origen anglosajón, con vista a una colonización gradual que ‘desde abajo’ fuera introduciendo la idiosincrasia de la sociedad norteamericana”.

Lo que es sumamente significativo; por cuanto retrata de cuerpo entero la condición de canalla e infame de Cuba y sus cabecillas tiránicos de los hermanos gerontócratas de los Castro Ruz que, gustosa y depravadamente, no sólo se hacen los hipócritas chivos locos respecto al nocivo papel del Estado tribal y depredador como parásito de Haití; ni tampoco les importa un carajo que las hordas haitianas estén, como siempre, intoxicadas por las campañas demenciales de sus cabecillas dirigentes desde la época de vándalos y salvajes demenciales como Toussaint Louverture, Jean Jacques Dessalines, cuya sanguinariedad de tiburón cebado le da un rango de criminal sociópata, como un precursor de Hitler negro, Cristóbal, Petión, Boyer, Gefrard y todos los que forman esas legiones de individuos, cuya única razón de existencia fue el desconocimiento, la negación, de todo cuanto fueran derechos nacionales de la República Dominicana, su subyugamiento, junto con sus nacionales, lo cual les resultó imposible de lograr; pero, los que les han sucedido y continuado en el mando del Estado tribal de las hordas de Haití, en vez de ponerse, guiados por la experiencia, el sentido práctico como el común, y formarse la idea, a pesar de lo amargo del trago que les ha resultado, especie de un purgante histórico concentrado de aceite de ricino; han preferido recurrir al torpe recurso de la tergiversación de la historia real de la isla y de las dos partes que ocupan dentro de dicha isla su territorio correspondiente; aunque en lo que respecta a la parte de los haitianos, su vicio o tara expansionista y sus aberrados afanes anexionistas y hegemonistas sobre la nación y el Estado nacional, libre e independiente de la República Dominicana; todo lo cual tiene un carácter y alcance formal; les impide reconocer la verdad de la realidad histórica, a través del espacio y el tiempo, e insisten en mentir, hasta querer suplantar hechos históricos, como que, lo que es hoy la República Dominicana es la primera colonia española del mundo americano a que habían arribado los europeos, a través de España, a partir del 12 de octubre del 1492.

Que Haití, como colonia francesa en la isla de Santo Domingo, bajo el nombre de colonia francesa de Saint Domingue, en la isla de Santo Domingo, data de la fecha posterior al Tratado de Ryswick, que, por ninguna de sus partes contiene que España le cede a Francia la parte occidental de su colonia.

De ahí que, pudiéndose establecer en 1700 la fundación formal de la colonia francesa de Saint Domingue, no importa cómo se cuenten los años ni las décadas ni los siglos, si en el orden correspondiente o de atrás para adelante, como escriben y leen los chinos según sus formas gramaticales. Lo cierto es que, del 1700 al 1804, fecha en que se constituye, a nombre de Estado independiente, el imperio tribal haitiano, y su cabecilla, el sanguinario Dessalines, erigido en Emperador Jacques I, lo que hay son 104 años, que apenas volviendo a contarlos, no importa en el orden ni como se quiera hacer, hacen apenas 1 siglo y 4 añitos, que quedan cojeando al faltarles la friolera de 196 añitos; y cómo se le ocurre a ese tal intelectual, y artista supuesto haitiano, afirmar que con el espasmo sanguinario de frutos venenosos de tal magnitud, que ni los mismos que elaboraron el brebaje tóxico, o los que estaban llamados a ponerlo en práctica, que se supone que era y sigue siendo el conglomerado haitiano, tuvo estómago ni para soportarlo, digerirlo y llegar a sobrevivir. Si no se cree, he ahí el ejemplo que habla por sí solo en forma tan elocuente como en ningún idioma puede hacerse: He ahí Haití hoy, febrero del 2014.

Lo grande y majestuoso de todo esto es que, los cubanos desde antes, y ahora ayudados por los inmundos chavistas del Maburro Maduro de Venezuela, reclutando mercenarios y creando supuestos historiadores, sociógrafos, semantólogos, semiólogos, filólogos y todas esas legiones de supersabios que cierran filas a ojos ciegos, para probar lanzas embistiendo contra ese rancio y llamado por ellos, bajo los efectos de sus vicios tóxicos, que les hacen delirar y alucinar con lo de el “obsoleto marxismo”, el “viejo Marx que ya nadie lee”, para, de paso, reivindicar escuelas de las supercherías escolásticas y metafísicas del solipsismo y del idealismo subjetivista filosófico, del fenomenalismo y su fenomenología y del empirismo positivista más estrecho y de carroña de Augusto Comte; los destacamentos de esas legiones de mercenarios, hechos en la llamada Universidad de La Habana y su Departamento de Historia, como de Filosofía de ésta y de Antropología, cuya liturgia y ritos de supercherías lo encabezara la turiferaria anti-marxista y anti-leninista Martha Harnecker, con su librito de Lecciones del Materialismo Histórico; o bien, además de ésta, Eusebio Leal, el patrocinador del colaboracionismo y el entreguismo revisionista de quienes se decían comunistas, en realidad renegados revisionistas y oportunistas a ultranza, se dedican y se han dedicado, en su ir y venir, a desparramar sobre una superioridad y consistencia de validez impenetrable, de la seudo intelectualidad o inteligencia de las aberraciones de culto al salvajismo y a la vida tribal de la prehistoria del Africa negra, y en lo que establecen y tratan de exaltar su auténtica originalidad.

De la mentira de que Dessalines, con su llamada revolución de independencia haitiana, puso fin a los horrores de tres siglos de esclavitud del pueblo haitiano; sobre la que se erigen en los catones de la historia de la isla de Santo Domingo, produciendo el caso de la unilateralidad y parcialidad que arroja la paradoja budista del criterio que, por ejemplo, de un elefante pueden formarse un grupo de ciegos de nacimiento, a los que se les coloca en línea para ir tocando un elefante que camina por delante de ellos y pudiendo tocarle cuando mucho dos partes, como la trompa y la panza, o una pierna o si no, apenas la piel; que es lo que resulta de los llamados intelectuales haitianos, que gustan sublimizar los horrores de la esclavitud social pero, por igual, elevan aún dos veces más alto su garrafal ignorancia de que, además de esclavitud social, cabe y hay esclavitud nacional, por cuanto esta categoría histórica es absolutamente inexistente en la infra-cultura haitiana, y casi por igual entre los cubanos, y otro tanto entre los venezolanos.

Del mismo modo, se encuentra que esos supuestos intelectuales haitianos, como el tal Robert Pared, que se cimbrean y jactan de ser gurúes intelectuales y de la historia, se empecinan en formular la estafadora teoría de que Haití y República Dominicana son dos naciones que habitan el territorio de Santo Domingo, cuando la realidad y la verdad es que Haití ocupa y posee, como su territorialidad, unos 27,750 kilómetros cuadrados del territorio de la isla y nuestra nación Dominicana ocupa unos 48,442 kilómetros cuadrados. Todo lo que no es lo mismo, ni es mucho menos igual, a decir que ambos grupos de pobladores ocupamos uno y el mismo territorio; que aparece dicho por un obispo norteamericano en Miami para el 21 de enero, dando cumplimiento al mandato de la CIA y de su imperialismo yanqui, de la fusión e identidad entre dominicanos y haitianos; que más que parecernos entre sí, nos parecemos al caso del agua y el aceite, que no hay manera de combinarlos, son absolutamente indisolubles entre sí.

En su homilía de marras, el tal alias Arzobispo Thomas Wenski de la Diócesis o sucursal de la Iglesia Católica-Vaticano en Miami dijo: “Misas y plegarias se ofrecieron en el Santuario de Higüey en español y también en creole”.

“Con motivo del terremoto del 2010 viajé de Orlando a Santo Domingo y cuando pasé por la Aduana de la República Dominicana allí no me cobraron el impuesto de entrada, ya que yo iba rumbo hacia Haití, aún y cuando este es otro país, diferente a la República Dominicana”.

Y agrega: “La historia de las relaciones entre los dos pueblos, que por el destino comparten una misma isla, se caracteriza más por sus sombras que por sus luces, sin embargo, aquellos días de solidaridad afectiva y efectiva de los dominicanos hacia los haitianos eran días de luz que animaban las esperanzas de todos en aquellos momentos de dolor y de duelo”.

Esas palabras son caramelos de cianuro contra la República Dominicana, que se debate en lucha a muerte, como siempre ha ocurrido en nuestra historia, contra nuestros indeseables vecinos, que nos ha impuesto la historia, sin que seamos originalmente ni iguales ni parecidos.

Fíjense en el cianuro, como uno de los más mortíferos y fulminantes venenos, de las palabras del hechicero mayor de Orlando, Florida, Wensky. Se concentran en la confesión deliberada, perniciosa e insidiosa de hablar sólo de dos pueblos, y excluir que somos dos formaciones históricas totalmente diferenciadas y distintas. En este pernicioso error incurre, en representación de los historiadores adocenados e infames dominicanos, Juan Daniel Balcácer, que dice, en su adocenamiento, por vulgar, que pueblo y nación es lo mismo e igual cosa.

Ahora, la ofensa y transgresión a la historia, y que perfectamente cabe nombrar como la historia al revés y puesta patas para arriba, de un supuesto artista e intelectual haitiano que dice llamarse Robert Pared, fue publicada y compartida en todas sus partes por la flamante ninfa, con lo que nos da cuenta, no sólo de su crasa ignorancia y su perversidad sin parangón, sino cuán verdadero era el juicio que de ella y su patología sicótico nos daba, entre sarcasmo, cinismo y anti-comunismo febril, el célebre siquiatra árabe Antonio Zaglul; que les prometemos vamos a compartir con todos ustedes, y ya se verá lo que es síndrome de la ninfa cuando se  pierden la bitácora y la brújula de los escrúpulos, el pudor y la honra.

Los dejamos pues con nuestro programa invitado Lusmasluz:

 

La producción de azúcar en la colonia de Santo Domingo, bajo la circunstancia de abandono de la metrópoli, obligó al esclavista a modificar sus relaciones con sus esclavos, en particular a los esclavistas que no eran la Iglesia Católica y el Papado.

Dada la irregularidad del flujo de los barcos negreros que visitaban la isla, tanto porque el tráfico de esclavos estaba en manos de portugueses, franceses, holandeses e ingleses, como por el abandono mismo de la metrópoli España de ésta, su colonia, nada garantizaba que se pudieran comprar nuevos esclavos en tiempo oportuno y que se pudiera contar con mano de obra calificada para los oficios imprescindibles en la industria azucarera; por lo que la producción de azúcar bajo esas circunstancias, obligó al esclavista a modificar sus relaciones con sus esclavos, e incluso de ahí que el esclavista, con los negros alzados, intentara negociar y buscar una salida diferente al exterminio puro y simple.

Asimismo, el esclavista vio la posibilidad de reemplazar la contratación de los artesanos europeos, que abandonaron la isla en busca de otros lugares donde las ganancias obtenidas fueran tan ventajosas como lo eran en la época de la explotación del oro, por los esclavos negros que hicieran estos oficios, como los de herrería, ebanistería, albañilería, etc.; y por esta vía, no sólo los oficios, sino la cultura en general, incluyendo el idioma español, incorporó al esclavo negro de la colonia española de Santo Domingo, al conglomerado social de la misma.

De modo que los esclavos de la colonia española de Santo Domingo, por lo menos desde hacía más de 100 años antes de la instalación de las primeras plantaciones francesas basadas en las esclavitud, se habían levantado en rebelión, pero lo hicieron luego de haber pasado a formar parte de la nueva comunidad de intereses económicos, en donde ellos jugaban un papel fundamental en la creación de riquezas, como lo demuestra el hecho de que los esclavistas se veían en la necesidad de negociar con los alzados y que los caudillos de estas rebeliones, sus nombres eran en español.

En cambio, algo más de siglo y medio después, los esclavos negros de la colonia francesa de Saint Domingue, no contaron con circunstancias favorables como las descritas. Nunca pasaron a formar parte de la nueva comunidad económico-social a la que fueron llevados.

La población de esclavos de Saint Domingue eran mayoritariamente africanos acabados de arrancar de su suelo y con la memoria de su libertad, de sus familias, de sus aldeas y tribus, de sus tierras y sus dioses, muy viva todavía en su conciencia. Nunca hablaron francés y tampoco los unía entre sí un dialecto común.

Los esclavistas de Saint Domingue tenían que reponer continuamente sus esclavos, pues la expectativa de vida de éstos era muy corta, al ser obligados a trabajar durante jornadas más allá de los límites de la tolerancia humana.

Claro que, para los esclavistas franceses, la muerte de un esclavo poco importaba, ya que el comercio de esclavos estaba bajo el control de Francia, y era más rentable para ella explotar un esclavo hasta aniquilarlo y desecharlo, sustituyéndolo por otro nuevo.

A mediados del siglo XVIII, la colonia de Saint Domingue. en la isla de Santo Domingo. se había convertido en la colonia más lucrativa en El Caribe.

Más del 40% de todo el azúcar europeo, y el 75% de todo el café europeo, así como gran parte de las riquezas del siglo XVIII de Francia, vino de la mano de obra esclava en las plantaciones de la Perla de las Antillas, como era llamado Saint Domingue.

Entre 1764 y 1771, la importación promedio anual de esclavos para la colonia francesa de Saint Domingue, variaba entre 10 mil y 15 mil y por el 1786, era aproximadamente de 28 mil y desde 1767 en adelante, la colonia recibió más de 40 mil esclavos al año, ascendiendo la población esclava, en 1789, cuando estalla la Revolución Francesa, a un número de 500 mil esclavos, con una población blanca que sólo contaba con 32 mil personas.

Pero, en todo momento, la mayoría de los esclavos en la colonia era de origen africano, porque las brutales condiciones de esclavitud y las enfermedades tropicales, impedían que la población aumentara de manera natural biológica; y hasta el final de la dominación francesa, esos esclavos nunca pudieron desarrollar intereses propios particulares, diferentes a los que tenían en el Africa, manteniéndose en ellos, hasta el final, su cultura africana tribal.

 

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