Es el criminal jesuita Bergoglio quien orienta al malagradecido haitiano Francisco Ozoriá para que respalde los planes destructivos de la nación Dominicana de las hordas haitianas

Los dominicanos no importamos para los parásitos depravados de la Iglesia Católica-Vaticano

02-01-2018

 

En esta, primera de este año, emisión y opinión del periódico “¡Despertar!”, que ahora cubre una fase digital con carácter provisional y, por lo tanto, transitorio, no podemos pasar por alto, ni fingir que no es con nosotros -que somos dominicanos y parte de la Nación, la sociedad y el Estado Nacional Dominicano-, los cojones del perverso, y parásito inútil güevón, del zángano vividor y sanguijuela, super-hechicero y brujo oscurantista, el maldito alias arzobispo Francisco Ozoriá, un desgraciado que, al igual que el cartel del opio de la humanidad, que es la corporación comercial de la homosexualidad, de la pedofilia y el lesbianismo llamada Iglesia Católica-Vaticano, romana y cristiana, que se auto-titula, además de centro residencial de su dios Jesucristo; por lo que, sin reunir ni llenar los requisitos necesarios para ser un Estado Nacional, usurpa la condición mundana de Estado, o más bien de entelequia de Estado, que es el Vaticano, que es de hecho una entelequia; para de ahí proseguir su interminable escalada de estafar, usurpando el título de santa sede Vaticano, o supuesto lugar donde reside su tal dios, su invento Jesucristo, con cuya superestructura de estafa al Estado Dominicano, insiste en ostentar, contrariando flagrantemente la Constitución, un acuerdo, según el cual, dicho Estado Dominicano, disponiendo de los fondos y recursos que se forman de los aportes impositivos, así como por vía de las riquezas nacionales, además de la renta nacional proveniente del producto interno bruto, para el mantenimiento financiero de dicho antro perteneciente al extranjero y que no posee exactamente ninguna vinculación natural con el país, con el pueblo, la sociedad, la Nación, y mucho menos con el Estado Nacional Dominicano.

Y, además de ese financiamiento, el mantenimiento de zánganos parásitos inútiles güevones sanguijuelas, que es la Iglesia Católica-Vaticano y su legión de bandidos y rufianes, estafadores degenerados, pillos, criminales y ladrones, que son sus curas y monjas, a los que tiene el Estado Dominicano, siempre a costillas y de las espaldas del pueblo, sociedad y nación dominicanos, que, otorgándoles infinitos onerosos y desorbitados privilegios; como que esa depravada corporación del negocio religioso no paga impuesto sobre la renta de sus negocios, que abarcan todas las esferas de actividades, que nada tienen que ver con creencias religiosas ni nada por el estilo, como del mismo modo ese cartel de zánganos y parásitos hechiceros vividores y oscurantistas, así como no pagan ITBIS, están exentos del pago de impuestos por donaciones, en tanto cualquier dominicano o institución nacional dominicana que reciba una donación, tiene que pagar al Estado Dominicano (y éste debe entregarle su peaje a ese negocio leonino y espurio de la Iglesia Católica-Vaticano, Romana y Cristiana) cuando menos el 25% del valor de la donación que se haga a su nombre.

Todos, todos los negocios y turbias como oscuras relaciones de la Iglesia Católica-Vaticano y sus colaterales en el país, son financiados y subsidiados complementariamente por el pueblo dominicano; y, como si todos estos inexplicables privilegios que el Estado Dominicano les asigna, como si fuese la metrópoli colonial esclavista, a esos zánganos parásitos güevones, hechiceros y estafadores, de la Iglesia Católica-Vaticano y su entelequia con rango de la santa residencia de su estafa y engaño que llaman dios o Jesucristo; la condición privilegiada y tan onerosa como ofensiva a la autodeterminación del pueblo, contraria a la Constitución Nacional; que sólo establece tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, como los únicos componentes del Estado, y ninguno más; así como que el Poder de los órganos constitutivos del Estado en sus tres ramas, por igual, emana, única y exclusivamente, de la voluntad soberana del pueblo, y de nadie más. Por lo que resulta lesivo a la soberanía nacional y estatal, como a la independencia nacional, que, de manera descabellada como inconstitucional e ilegítima, además de ilegal, corrupta, vil y abyecta, le asigne un papel de fideicomisario y tutelar sobre el Estado Nacional a esa ignominiosa como obsoleta, amoral y anti-ética Iglesia Católica-Vaticano romana y cristiana. Y todo, para que esa crápula del alias Arzobispo, y bastardo haitiano, de Francisco Ozoriá -llamémosle así ya que ese es uno de esos especímenes de las hordas de los invasores haitianos que dejan abandonados sus procreadores como huevos de serpientes-, muestre su congénita ingratitud desparramando su veneno abominable, exigiendo y reclamando que los dominicanos nos crucemos y/o nos amarremos de brazos y piernas, que nos cosamos los labios, nos arrodillemos o nos bajemos los pantalones, las faldas y las vestimentas íntimas, a la vez que nos coloquemos en cuatro patas para que las bestias aborrecibles de las hordas invasoras  haitianas alcancen su objetivo de destruir la dominicanidad, la territorialidad, nuestra lengua, nuestra costumbres y cultura nacional, que es el alma y la expresión espiritual de la dominicanidad, de la Nación y el Estado Nacional República Dominicana, y cumplan su obsesiva aberración de dominio de las ruinas de la República Dominicana y total de la isla.

El contrato, del que hemos detallado su carácter parasitario y leonino, y del que ni el país ni el pueblo dominicanos sacan ningún beneficio, es el maldito Concordato, acompañado de la criatura, tan mostrenca como inexplicable, de la personalidad jurídica, que el dictador y peón de la Iglesia Católica-Vaticano y del imperialismo norteamericano Rafael Leonidas Trujillo Molina, su sirviente y verdugo criminal, le otorgara tan pronto fue colocado por dichas fuerzas en el Poder en el 1930; y que son nulos (la personalidad jurídica, como el Concordato) de nulidad absoluta, lo mismo que el Vicariato Castrense y el Patronato Nacional San Rafael o de la educación católica.

Ese depravado y carroña inmunda, que usa como su cubierta de amasijo de podredumbre, aberraciones, bajas pasiones, carácter intrínseco de estafador e impostor, con su alias de Arzobispo, como el otro alias de pacotilla de Monseñor, que es nombrado, ante la ausencia de nombre y apellidos legítimos de dominicano, como el alias Francisco Ozoriá, para presentar ante el indigno desgobierno apátrida de la carroña Pálido Pelegato Boschista que preside la espuria sabandija del Gangster Murmullo, el Dañino Medina, la exigencia y demanda de que les garantice paz, bienestar y seguridad a los vándalos de las hordas haitianas que se han propuesto ocupar, metódica pero atropellada, taimada y alevosamente, la nación dominicana, con las directrices del criminal jesuita Bergoglio, alias emperador Francisco I, que persigue que se desconozcan los derechos conquistados por los dominicanos, al igual que otros pueblos, naciones y sociedades, a usufructuar en paz el logro de haber creado su propio Estado Nacional, como es el caso de República Dominicana.

Bajo ninguna óptica razonable puede adquirir razón de validez la sin razón del juicio, que pretende insanamente igualar y hacer equiparable a los conglomerados humanos, como el haitiano, que ha depredado y hecho fracasar su econicho territorial y político con perspectivas de crear un Estado Nacional, como es Haití, con el de un conglomerado humano, social, cultural, histórico y político, como el dominicano, que ha logrado labrar, enfrentando tormentas y obstáculos de toda índole, un Estado Nacional, una nación, una sociedad y una nacionalidad; llenando todos y cada uno de los requisitos que la historia y las ciencias complementarias de ésta, como la antropología, establecen para poder alcanzar ese sitial de Estado Nacional.

Basta y sobra subrayar, que las huestes de las hordas haitianas, sólo y tal vez en una ocasión circunstancial, se les conoce hablar y decirse libres e independientes; que sería para el 1804, cuando la bestia salvaje Jean Jacques Dessalines, proclamó la independencia y la fundación de la República de Haití; proclamaciones esas cuya naturaleza de verdadera o falsa, de argucia y patraña, tanto del mismo Dessalines como Petión, Cristóbal, Boyer, Charles Herard, Soulouque, o las bestias criminales de los Duvalier, así como todas las hienas de dichas huestes de hordas, que han detentado la condición de ser sus presidentes, ninguna vez ni nunca se les ha oído hablar de la autodeterminación, soberanía e independencia de Haití y de los haitianos.

Su único denominador común, reconocido, admitido y comprobado, es la ocupación y destrucción de la República Dominicana y de los dominicanos. Es esa fatídica obsesión la que impulsa a una bestia haitiana a descuartizar a un niño dominicano de tres años que se pelea con otro niño haitiano de su misma o mayor edad, como se comprobó ocurrió en la Provincia de la Altagracia (Higüey).

Hoy día los dominicanos, la Nación, el Estado Dominicano y la sociedad dominicana, están aquejados por decenas de asuntos cruciales de vida o muerte para su paz, su seguridad y su supervivencia.

No obstante, es claro que para esas bestias desalmadas de la Iglesia Católica-Vaticano y sus estamentos corruptos, parásitos redomados y degenerados sexuales, los dominicanos no contamos ni importamos para nada.

De esto, la única conclusión valedera es: que basta ya de seguir financiando y solventando a esos recalcitrantes enemigos de la Nación, el pueblo, la sociedad y el Estado Dominicano, que son los corruptos del cartel corporativo traficante del opio de la humanidad que es el cristianismo, la Iglesia Católica-Vaticano, Romana y Cristiana.

Es claro e inapelable que la República Dominicana y su gobierno deben romper con la cadena ominosa del Concordato, que no aporta nada, sino que le resta todo al país y al pueblo de República Dominicana ¡hasta su dignidad y su mismo derecho a la existencia!

 

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